Dublín 13/01 – miércoles – qué es la libertad?
Anoche me las
ingenie para dormir acostado boca arriba sin moverme, como cuando me dormía una
mini siesta en las sesiones de acupuntura. Me desperté con movilidad en el
hombro pero con más dolor. Desayuné como siempre y busqué datos de Asist Card
para ir a ver a un médico, por las dudas. De todas formas ya había descartado
ir a entrenar esta noche.
Antes de salir
lo volví a llamar a Jim, unas 5 veces, siempre se desvió la llamada a un tono
muerto y corto. Me bajé una aplicación para rastrear números de teléfono con
gps, sí, la tecnología acosadora llegó a las manos del público. No me llegué a
acostumbrar al sistema antes de irme, apenas logré que me ubique a mí.
Camino al bar
llamé al seguro médico y me dieron una cita en un hospital en el centro a las
5pm hoy. Durante el trabajo me siguió molestando el hombro. Me quedé hasta las
3:15, di unas vueltas y llegué una hora y media temprano al hospital. Me quedé
en la sala de espera buscando vuelos baratos para mi hermana que viene en marzo, no encontré pero
avancé un poco. El doctor me atendió antes de tiempo y para las 4:50 ya estaba
afuera. Me revisó rápido, diagnosticó que los huesos y articulaciones están
bien, el músculo está levemente dañado y el problema es que me distendí los
ligamentos. La solución es reposo y antiinflamatorio por una semana. Voy a
cortar el Dojo hasta sentirme mejor, pero voy a seguir yendo al bar.
Con Gary y
Alan habíamos quedado que volvía a las 6pm para reemplazar al chef, como tenía
poco más de una hora caminé hasta la casa, no tenía plata y me quería comprar
el remedio antes que cierre la farmacia. El doctor me dijo que no cuelgue la
mochila del hombro derecho, así que tuve la mano izquierda expuesta al frío
todo el camino. Cuando entré a la casa no la podía mover. Me comí un par de
chocolates, agarré plata, tomé agua, guardé el pan y salí sin la mochila. Entré
en la farmacia de la esquina y compré el remedio, se tomaron su tiempo, tenía
15 minutos para hacer el recorrido que me suele tomar 35. Troté sin parar y
llegué en 10. Gary estaba a la mitad del proceso de preparar dos hamburguesas y
un sánguche de cerdo trozado. Me vio, dejó todo como estaba, se cambió y se fue
a tomar el micro antes del servicio. Yo terminé de preparar los platos y me
puse a limpiar, ya era hora de cerrar la cocina. Cada cosa que refregaba con la
esponja me hacía doler el hombro. No estoy entrenando pero me lo estoy jodiendo
en el trabajo. Ya me dejaron en claro que, siempre que avise, me puedo tomar
los días que necesite, pero eso me trae dos contras; por un lado, me pagan la
hora, si no trabajo no gano; por el otro, si me ausento una semana hasta recuperarme,
van a poner a alguien para que me reemplace y cuando vuelva voy a tener menos
horas de trabajo. Bueno, seguiré trabajando y cuidando de no usar mal el brazo
derecho.
A las 8:30
salí del bar, llovía, me puse los auriculares y sonaba la 5ta de Beethoven, que
empieza muy bien y es muy disfrutable en un ambiente silencioso, pero en la
calle los momentos suaves se pierden muy fácilmente, salté a la siguiente, en
la selección aleatoria Serrat y Sabina empezaron a cantar ese tema del primero
que dice ‘Tu nombre me sabe a hierba’.
Tuve un
momento de reflexión desencadenado por la incomodidad del momento y alimentado
por memorias. El hombro ya era un problema, intenté sujetarlo con el buzo, tal
como me enseñaron en el curso de primeros auxilios cuando no tenemos la banda
triangular, la cual había pensado en comprar pero no lo hice. No funcionó, no
quise seguir probando bajo la lluvia y con el frío del invierno, me limité a
sacar el brazo derecho de la manga de la campera, la cerré y me metí la mano en
el bolcillo interno izquierdo. Seguí caminando sintiéndome incómodo. La lluvia
me molestaba, me picaba la cara y me congelaba los pómulos, el viendo me
enfriaba el jean y se me metía en las zapatillas enfriando todo mi cuerpo,
caminaba cansado, lento, pesado, con el seño fruncido resistiendo la lluvia. En
la cabeza sólo podía pensar en llegar a casa, estar bajo techo calentito en un
ambiente cálido, viendo la serie, escribiendo, charlando, comiendo chocolate,
lo que sea, pero no en esa situación tan molesta. Esto DISPARÓ una reflexión
sobre la libertad:
Si voy todo el camino pensando en lo mejor que voy
a estar cuando llegue, voy a sufrir 30 minutos seguidos. No tiene sentido.
Tengo que ir a la casa, eso no va a cambiar, voy a caminar, porque el clima
tiene que estar mucho peor antes de que se me ocurra parar un taxi. Si va a
pasar de todas formas, por qué no disfrutarlo, o hacerlo algo productivo? De
ahí la adaptación, uno de los caminos a la libertad. Con esto no digo que la
haya alcanzado, sino que creo estar viendo el cómo y el qué.
Recordé cuánto
me mojé el domingo 3 yendo a verlos a Álvaro y Cecilia para ir a Wicklow. Estaba
luchando contra el agua hasta que se me empaparon las zapatillas y ya no
importaba nada, volví a recordar esos martes bajo la lluvia pedaleando una hora
hasta la escuela de policía. MEMORIAS.
Cuando nos metemos al mar por primera vez en el
día tenemos miedo de mojarnos las patas, luego que no se me enfríen las
piernas, por favor que no me toque la panza que me congelo, es una locura de
miedos ridículos que se acaban en el instante que nos sumergimos, y el exceso
de agua tocando nuestro cuerpo y el frío al que nos acostumbramos la convierten
en disfrute, goce, tranquilidad. Todo era temor y ahora es lo contrario.
Sabiendo esto, tal vez no sea necesario que una fuerza mayor nos venza abrumadoramente
para darnos cuenta que hay que adaptarse, y si vamos con la intención correcta
podemos aceptar dónde y cuándo estamos y aprender y disfrutar sin resistirnos y
sin luchar. AIKIDO.
Adaptarse,
aprender, disfrutar, todas palabras comunes a la hora de hablar de la filosofía
de vivir el presente. Respecto a ella
recuerdo varios momentos en que el tema entró en mi vida. En un viaje al Sur
fui el encargado de la planificación, hoy no recuerdo si me delegaron la tarea
implícitamente o si yo me la auto impuse, de todas formas quería hacerlo, y lo
hice tal y como lo había aprendido. Cuidando muchos detalles. La persona que me
lo enseñó es mucho más experimentada que yo y sabía, no solo planificar mejor,
sino que tenía la confianza de los demás miembros del grupo para que lo sigan y
le respeten, bastante, el plan. Cuando algo fallaba lo arreglaba en el momento o
se amoldaba. Yo no supe hacer eso, la mayoría de las veces el problema fue que
mis compañeros de viaje hacían lo que querían sin consideración por el plan,
eso lo desmoronaba rápidamente. Yo intentaba agarrar los pedazos y rearmarlo y
ahí nomás llegaba otro viento y me derribaba el castillo de naipes. Me enojé en
general y parecía que lo hacía con el resto, pero no, ellos no tenían la culpa
de lo que le pasaba a mi cabeza terca. No puedo pretender que todos hagan lo
que yo quiero y, lo más importante, lo que aprendí de otra persona en ese
viaje, es que lo mejor de los planes es
improvisar sobre ellos cuando algo se sale de curso, adaptarse, aceptar lo que
está pasando y disfrutarlo. Si nos concentramos demasiado en los planes, vamos
a estar viviendo en el futuro y cada momento presente sólo será un instante que
se muere de ganas de convertirse en pasado para ser una cacilla tildada en las
hojas de la memoria. Entonces cuando la contemos va a ser una bitácora, pero si
vivimos cada instante como lo que es y no como lo creíamos o esperábamos que
fuera a ser, cuando lo contemos va a ser poesía.
Tiempo después
otra persona me criticó muy firmemente esta filosofía de vivir el momento. Esta
persona trabaja con presos, habla con ellos, los ve vivir, los conoce mejor que
el común de la gente. Si ellos adoptan la filosofía de vivir el momento van a
atrapar su mente en la misma cárcel sin salida en la que se encuentra su
cuerpo. Estas personas tienen que vivir en la esperanza de un futuro mejor para
sobrellevar las penurias a las que se enfrentan en su presente invariable. No
me quiero extender mucho en este tema, es muy feo hablar del positivismo de la
gente que sufre lo que uno jamás sufrió.
La libertad real no es de acción, sino de
pensamiento. A eso todos tenemos acceso, incluso los presos, cuando esa
libertad es real nada más importa, pero cuando crecemos aprendiendo que la
libertad es hacer lo que queremos, y lo que queremos nos lo enseña la tele, las
tradiciones familiares, los rituales culturales, el sentido de pertenencia a
grupos sociales, nos volvemos presos de libertades inventadas por otros; si nos
las quitan nos sentimos indefensos, sin vida, sin futuro, sin esperanza. Pero
la acción es secundaria, cuando hay libertad de pensamiento es esta la que
impulsa la acción, que luego es alimentada por la pasión. Así la acción en sí
no interesa, porque lo que la empuja es correcto.
Hace unos días
me volvieron a engañar con un cuento en la calle. Pensé en escribir en el
diario que prefiero ser estafado repetidas veces a perder la fe en la
humanidad, porque si dejo de confiar en la gente me aislo. Pero, qué impulsa
esa acción de confiar? En realidad no confié en él, no le terminé de creer lo
que me decía. Mientras me contaba su historia trágica con ojos de
desesperación, yo estaba recordando a Shawn y su cuento. Decidí darle la plata que
tenía no por confiar en él, sino para probar un punto a mí mismo, y esa es una
motivación equivocada, terca. No importa si visto de afuera y con palabras
bonitas es una acción altruista y esperanzada, la realidad que pasaba por
dentro mío era miedo a equivocarme, miedo a generar una mala imagen en otro,
terquedad hacia un concepto que me auto impongo. Esto me llevó a pensar en las
decisiones.
La gente que está en la cárcel no eligió estar
ahí, los que están en la calle pidiendo sí, los que están estafando a la gente
con cuentos también, estos tienen más libertad de acción que los presos, pero
no las ven o prefieren lo que hacen. Si yo no estaría viajando viviría cómodo
en mi casa con la comida siempre en la mesa, construyendo un futuro ‘normal’.
Pero elegí la vida del viajero con menos lujos. La elegí por la libertad de
hacer e ir donde quiera, sin ataduras, sin peros. Pero hay peros. No soy
realmente libre, porque al momento que necesito plata me vuelvo dependiente de
ella, para conseguirla me vuelvo dependiente de un trabajo, para mantenerlo me
vuelvo dependiente de un alquiler. Las alas que se me ven que me hacen libre,
en realidad me dan el poder de volar a diferentes jaulas, porque yo funciono
así, necesito la seguridad de lo estable, aunque dure poco, siempre tengo la
confianza de que a donde vaya voy a encontrar estabilidad pasajera. Soy un
sedentario de paso, aunque si me lo pienso, no podría definir o describir la
vida de un nómada.
En resumen,
una primera persona me enseñó a crear,
una segunda persona me enseñó a aceptar,
una tercera persona me enseñó a cuestionar.
El resultado sobre el tema específico de la libertad al que llegué hoy, es que la libertad es real si es de pensamiento.
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https://www.youtube.com/user/Nahuelismo
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