Londres 19/09 – sábado – Cuarto Dojo de Aikido /
Portobello Market
Arriba sin
alarma a las 5:30, pensé en volver a acostarme pero no me lo permití, más de
nueve horas de sueño es más que suficiente. Me preparé tostadas y café y me
puse a escribir. Luego un tazón con cereales, busqué como ir al Dojo, la clase
fue a las 10am. Después de deliberarlo un rato decidí ir en metro todo el día.
Mi plan era ir a la clase, de ahí al Portobello Market y comprar regalos para
el seminario de Finlandia. Con la bici me ahorro las 7 libras del transporte
público, aún así la dejé en casa. A las 8:30 llegó Ali, yo ya me estaba
preparando para irme. Salí a las 9 con la mochila grande casi llena y fui directamente
a Forest Gate a tomar el Tfl, hice conexión en Liverpool Street con la línea
Metropolitan de metro y me bajé en Euston Square, la misma estación de donde
tomé el tren a Telford. El Dojo está en las instalaciones de del centro de
actividades del University College London (UCL). Estaba a dos calles, pero agarré
para el otro lado y caminé ocho. Llegué sobre la hora y me hicieron llenar un
formulario de inscripción, pagué 5 libras para ser socio por un día. Con este
poder puedo usar hasta la hora de cierre todas las instalaciones, salones de
gimnasio, asistir a cualquier clase que haya y los vestuarios libremente. Sólo
fui a Aikido. Mientras me cambiaba me encontró el alumno que conocí en el
seminario. Esta vez llevaba hakama, en esta escuela los kyus avanzados, él es
1er kyu, la usan, pero como estaba el representante del Tokyo Hombu Dojo se
vistió según su etiqueta para la ocasión.
[La clase
empezó con aiki taiso, seguida de tai sabaki, llegó una alumna, ya éramos 3 y
Sensei. Tomamos bokken e hicimos suburi no bu, pero con una particularidad, ella
lo pide de ambos kamaes, incluyendo cambiar el orden de las manos al sujetar
(en hidari hanmi la mano izquierda sujeta antes de la tsuba y la derecha en la
base del ken). Lo llama la forma no
convencional. Me pareció interesante, me sentí raro, y tuve que reencontrar
mi equilibrio. El 5to paso del happogiri lo hace a 45 grados en lugar de a 135
como lo hacemos en Argentina, en España era lo mismo. Después hicimos los 8 Chiba, son 8 ejercicios básicos con bokken
desarrollados por Chiba Sensei , quien fue el padrino de la United Kingdom
Aikikai.
Sensei Barbara dijo que en Aikido entrenamos Aiki
ken, no kenjutsu, no buscamos ser samuráis ni guerreros espadachines, sino que
todo lo que hacemos con el ken tiene un propósito trasladado a las técnicas de
mano vacía, es una herramienta de aprendizaje.
Dejamos bokken y pasamos a tachiwaza. Trabajo de tainohenka seguido de
kokyuho y kokyunage. Pasamos por un repaso del examen de 6to kyu, la alumna lo
está preparando. El último segmento de la clase nos puso al 1er kyu y a mí a
practicar técnicas un poco más avanzadas. Ella me tomó de uke varias veces y
algunas otras de compañero mientras sus alumnos practicaban la propuesta. El
final fue con saho kokyuho y haishiundo.]![]() |
Al centro abajo, bollo de choclo |
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Many People |
Terminada la
clase guardamos el tatami y dejamos limpia la cancha de squash. Una pequeña
charla mientras nos sacábamos las hakamas y fui a hacer uso del vestuario. Me
duché y volví a Euston Square, esta vez tomé la línea Circle hasta Ladbroke
Grove, desde donde caminé 3 cuadras al Portobello Market. La primera impresión
fue decepcionante, ya que esperaba un despliegue de stands de comida vistosos y
espaciosos, como los del Burough u Osborn Markets, pero este está dispuesto
sobre la Portobello Road, que es una calle normal, luego vi que el largo es de
al menos 10 cuadras. Lo recorrí completo. Lo primero que hice fue comprar un
bollo de choclo, estaba rico. Me detuve a ver cada stand de comida, me decidí por
un sánguche de milanesa de pollo, no estaba tan bueno. Seguí caminando y volví
al sector de la comida, en un puesto ghanés compré un guiso de pollo y maní con
arroz y plátano a la sartén. Riquísimo, cuando lo terminé volví para decirle lo
bueno que estuvo. Lo acompañé con un pan de oliva que compré en otro stand. Lo
almorcé sentado tranquilo en el patio de una iglesia cercana.
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Olivas y más olivas |
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Cámaras antiguas |
Me moría de
ganas de comer todas las cosas dulces, pero sentía que estaba lleno, para no
tentarme caminé hasta uno de los extremos, después de 50 metros ya no había
comida, salvo los puestos del Notting Hill Crep. A diestra y siniestra asomaban
artesanías y antigüedades de todo tipo; cámaras, pelotas, cosas que uno
encontraría en un barco, curiosidades, pieles, alfombras, cortinas, vajilla,
cubiertos, calzadores, pipas, lupas, monedas, pinturas, esculturas, sombreros,
y más y más. En el primer cruce había dos hombres tocando Jazz, me parecieron
muy buenos, les dejé unas monedas y los filmé. En la tercera calle había una
señora mayor cantando, se vestía muy extravagante y tenía el pelo teñido. La
música la reproducía con su I-phone. También me gustó, me llamó la atención
porque estaba interpretando Hallelujah, me recordó a la primera vez que lo
escuché a Leonard Cohen en lo de Ariel. Seguí caminando y me detuve frente a un
señor mayor que estaba tirado medio desparramado en el piso contra la pared de
una casa. Vestía como un indigente y tenía una barba que hacía juego con su
pinta. Tocaba un saxofón desconectado, sin micrófono ni ningún otro sonido u
aparato que lo acompañe, sólo él y su instrumento, que por alguna razón tenía
un trozo de toalla verde vieja cubriendo la boca del saxo. Me gustó mucho, lo
filmé más que el resto, le fui a dejar monedas, pero se me habían acabado,
volví a la zona de comida a buscar cambio, pero al volver ya no estaba.
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Camperas de cuero usadas |
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Comida vegetariana |
Frente al
stand de Ghana hay un Café Nero. Entré con tres intenciones, tomarme un chocolate
caliente con crema como me lo recomendó Geoff, chatear un poco con la familia y
el grupo de Aikido, y usar el baño. Fue un éxito. El chocolate superó mis expectativas,
realmente bueno. Lo acompañé con una especie de pancho dulce, en lugar de pan
de pancho era masa de dona azucarada, en lugar de salchicha estaba relleno de
crema y bañado con jarabe de frambuesa, fue hermoso, lo compré en el mismo
stand de donde saqué el pan de oliva.
Uno de mis
planes, aún inconcluso en ese momento, era comprarle un regalo a Waka Sensei
para darle en el seminario de Helsinki la semana que viene, me encantaron unos
calzadores que vi en la zona de antigüedades y artesanías. Son hechos nuevos en
un estilo antiguo. Buenos diseños y calidad. Pero 39 libras es mucho para un
regalo, incluso para el príncipe del Aikido si es que lo voy a pagar yo sólo.
En la misma calle del Café Nero hay una casa que clama haber ganado premios por
sus tés, cafés y chocolates calientes. Tenían para probar todas sus variedades
de té, pasé por las 10 y me decidí por llevar dos paquetes de uno que es té
negro con limón, jengibre, limoncillo, regaliz y alguna otra cosa más. Muy rico
y suave. Comprando dos me regalaron una lata bonita. Puse una de las bolsas en
la lata y eso va para Waka Sensei. La otra bolsa, que también es linda, es para
Hiroaki Sensei en Tokorozawa Dojo cuando vaya a Japón el año que viene.
Inglaterra y Japón coinciden en al menos tres cosas: una ciudad capital enorme
y apurada, la pasión por el té y la costumbre de sacarse los zapatos al entrar
en las casas de familia.
Con la mochila
un poco más pesada, ya que tenía el buzo dentro, y las bolsas del té y lo que
me sobró del pan de oliva en la mano, encaré para el otro sector del mercado, la
ropa. Desde prendas hechas en casa, hasta ropa de segunda mano a bajísimos
precios. Sacos y camperas de cuero a 10 libras, vestidos a 5, un descontrol.
Gorros, remeras, pantalones, zapatos, guantes, cantidades de ropa hippie, más
artesanías y algunos puestos de comida. Por deporte nomás compré un croissant
de almendra. Me gustó desde que probé uno el miércoles. Este también estuvo
buenísimo. Saqué muchas fotos. Es sin duda el mercado más grande al que fui
hasta ahora.
Se estaba
haciendo tarde y quería volver a casa temprano. Justo cuando estaba volviendo
vi otra vez el poster de una película que está en cartelera, ‘A Walk in the Woods’, me gustó el nombre y la imagen. La leyenda
también me atrajo. Entré en la línea Circle en Ladbroke Grove en dirección a
Hamersmith. Al sentarme me puse a buscar en las carteleras a ver en qué cine
podía ver la peli. Eran las 4:40 y a las 5:40 la pasaban en el Odeon Cinema en
Swiss Cottage. Bajé en Paddington y tomé el autobús 46 que me dejó en la
puerta. La entrada se compra en una máquina, sin interacción humana. Me dio 4
recibos, temí haberla pagado dos veces, además era la más cara. Entré al
pasillo de las salas y corroboré con el boletero que sí había comprado sólo
una, menos mal. Sala 3, en la puerta había un cartel luminoso que decía que
estaban pasando mi película, entré y estaba vacía con la pantalla apagada. Fui
al baño, volví y seguía igual. Me senté en la butaca que elegí en la máquina y
puse mi mochila y bolsas en el asiento de al lado. Para cuando terminaron los
comerciales y estaban empezando las colas ya éramos como 8 en la sala. Sala de
100 personas aprox, chiquita.
¡Atención! En
el siguiente párrafo voy a contar partes de la peli, si la quieren ver y no
quieren saber detalles, saltéenlo.
/El protagonista,
Bill Bryson, es un viajero experimentado que conoció gran parte del mundo, hoy
está grande y vive de sus libros. Recientemente sacó una antología y se siente
acabado. Le surge la idea de hacer un viaje aventurero en su tierra natal,
Estados Unidos, lugar del que nunca escribió. ¿Por qué habló de todo el mundo
pero no de su país? Va a escalar el camino de los Apalaches. Es una locura para
un hombre de cincuenta y largos años, incluso para él. Pero lo va a hacer, está
decidido. El único loco que se le suma al viaje es un ex compañero de viajes
con el que se peleó hace 40 años y nunca volvieron a hablarse. El tipo está
recuperándose de una vida de borracho, está gordo y en pésimo estado. Empiezan
el viaje y comparan sus vidas en varias charlas, tienen aventuras varias y aparece
un poco de la comedia de la peli. En un punto el compañero casi lo convence a Bryson
de saltearse el camino difícil manejando una camioneta lujosa por la ruta, pero
este se negó y siguió caminando. Siguieron y siguieron hasta que cayeron en un
pequeño risco y fueron rescatados a la mañana siguiente. Bryson entendió que
está viejo para estas cosas, estaba decidido a terminar el recorrido, aún así
el dejarlo y volver a casa con su esposa no lo dejó abatido ni derrotado.
Estaba bien. En su escritorio tenía varias postales que su amigo le fue mandando
en cada pueblo que paraban. La última le pregunta ‘¿Y ahora qué sigue?’, Bryson sonríe y titula su nuevo libro, A
Walk in the Woods. /
Lo que me dejó la peli fue una sensación de
seguir. De que la vida continúa y hay que seguirle el ritmo. Y seguir el ritmo,
no parar, no significa correr más de lo que te dan las piernas, o iniciar
empresas que están por encima de tus propios límites. Significa hacer, conocer
nuestros límites y expandirlos. Si estamos tocando un instrumento musical
siguiendo una partitura con otro instrumento sonando de guía para los tiempos,
surgen tres escenarios; 1) Vamos más lento, entonces el ritmo nos supera, se
nos aleja, nos quedamos atrás y nos sentimos perdidos; 2) Nos apuramos y nos
adelantamos al ritmo, para cuando nos detenemos a escucharlo no entendemos por
dónde está, nos confundimos, nos sentimos perdidos; 3) Logramos tocar a la par
del ritmo y con precisión la partitura, generamos una armonía agradable e
infinitamente disfrutable. Aquí nos puede invadir el miedo a perder esa
armonía, entonces vamos a oscilar entre las opciones 1) y 2) hasta tropezar y
caer, entonces tendremos que generar un nuevo ritmo. Porque si bien nos caemos
para levantarnos, al levantarnos no somos el mismo que se cayó y debemos sonar
distinto, con una nueva armonía, más propia con cada tropiezo.
Cuando terminó
la peli, me quedé pensando en que lindo sería que se dé lo de Irlanda. Encendí
el teléfono y me llegó un mensaje de Geoff. Sus padres quieren hablar con migo
el lunes después del trabajo. No es un Sí, pero es algo como una entrevista, es
mucho más positivo que un No. Salí del cine contento. Entré en la estación de metro
de Swiss Cottage y volví a casa haciendo combinación de Liverpool Street. Legué
a casa a las 9:30 creo. Escribí un poco con un té, no cociné, me había comido
la vida en el mercado. Planee el día de paseo de mañana con Andras. Vamos a ir
al restaurante Sushi Samba, solo se entra con reserva y es carísimo, pero te
dejan ir a ver la vista, está en el piso 39. Y después vamos a ver la Saint
Paul’s Cathedral. Me dormí con el teléfono en la mano y la compu encendida.
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