Dublín 30,31/01 – experimentando con la GoPro
Sábado 30: ajuste
Arriba a las 8,
otra mañana de diario y YouTube. A las 11:30 me llamaron para que vaya al bar a
las 3 de la tarde, de repente gané unas horas de ocio. Las usé para almorzar y
estudiar japonés. Estoy viendo los videos de la Japan Society y los transcribo
en mi cuaderno en japonés básico. Cuando se me liberaron esas horas, en el
instante me sentí vacío. ¿Qué voy a hacer ahora? Pero rápidamente encontré la
solución. El sol brillaba, afuera hacía frio, pero dentro de la casa y gracias
a la ventana de vidrio, los rayos nos calentaban y teñían de amarillo el mantel
de la mesa. Nos sentamos a disfrutarlo un momento. Luego dejé todo listo para
ir al bar y me puse a ver videos.
Llegué al bar
a las 3 como me dijeron. Tuvimos una pequeña charla con Gary sobre mis errores
de ayer y de en general de la semana. Lo que me estresó más fue el sentimiento
de culpa por recordar que, en la misma situación, me había desempeñado mejor. Hablamos
de que cuando nos toca una hora pico movida tenemos que estar de acuerdo en un
sistema entre nosotros y hacerlo funcionar. No lo podemos cambiar a cada rato,
de esa manera la cocina sigue andando. El desayunos estuvo interesante, 33 en
dos horas, pero después se calmó todo, por eso no estuve en el almuerzo, dos
personas sobraban. ¿Entonces por qué estaba ahí a las 3? Porque parece que Gary
se va a ir todos los sábados y lunes a las 5 y yo me encargo de cerrar.
Antes de irse
y dejarle la posta a Phil, Alan me pidió que limpie la mofa con agua hirviendo
y lavandina para que al final del día la vuelva a mojar en lo mismo y trapee el
piso. Así que esa fue mi tarea secundaria todo el día. También antes de irse,
Gary me pidió que limpie las heladeras, y Phil que revise las botellas de las
salsas. En las últimas dos horas de servicio Alan estuvo sentado en la barra
charlando con clientes frecuentes y organizando algunas cosas del bar, Phil
estuvo sirviendo y entrenando a Ivana y yo estuve haciendo de todo un poco en
la cocina. Finalmente me fui a las 8 dejando todo limpio, las cosas que no
llegué a hacer las dejé anotadas en el cuaderno que usamos para dicho fin, el
lunes las hará Gary a la mañana o yo a la tarde. Camino de vuelta estuve
escuchando la lección 8, miembros de la familia. En japonés hay dos formas de
nombrarlos, al referirse a la familia de uno y al referirse a la familia de
otros con respeto. Repetí en voz alta y de ambas maneras abuelo, abuela, padre,
madre, hermano mayor, hermana mayor, hermano menor, hermana menor, hijo, hija,
familia, padres y niños.
En la casa me
duché y me lo crucé a Vinícius, mañana nos vamos a Howth, salimos a las 11am.
Me tiré en la
cama a ver videos hasta dormirme.
Domingo 31: GoPro
Sin alarma me
levanté a las 8, desayuné y retomé mi cuaderno de japonés. Vinny hizo lo usual,
un desayuno sencillo y a estudiar inglés con la compu. Luego, a las 10:30, se
fue a visitar a unos amigos. Vinícius amaneció a las 10 aproximadamente y se
sentó en la sala donde yo estaba con mi japonés. Me contó de su noche, no viene
al caso detallar, pero estaba muy contento y orgulloso de sus logros y de su
experiencia. Un satisfactorio viaje hacia su interior. Su alegría fue
contagiosa. Mientras él se preparaba para salir yo fui a Tesco y compré algunas
cosas para el almuerzo. Medio a las apuradas, porque ya eran casi las 11,
convertí mis últimas 10 fetas de pan en 5 sánguches de queso Philadelphia,
queso chedar, jamón, tomate y lechuga, los envolví en film transparente y los
metí en la mochila de Vinícius.
Queríamos
llegar al tren de las 11:43, pero se nos hizo tarde y terminamos en el de las
12:20, a la 1:00 estábamos en Howth listos para empezar el día. Primero un
paseo por el Howth Market, él compró dos paquetes de carne seca a modo de
tentempié. Como no teníamos tiempo de sobra dejamos el puerto para después y
empezamos por el sendero de la costa. Esta vez estaba nublado y lloviznaba de a
ratos, por eso había mucha menos gente, pero los saltadores en las rocas
seguían firmes.
Con la GoPro
sujetada al pecho de Vinícius documentamos la travesía. Varias veces nos detuvimos
para cambiar el modo de la cámara de video a foto y para ajustar los filtros de
luz y sombra, una tarea a veces tediosa pero que luego daría sus frutos.
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Foto en la cima de la península |
En la primera
vista espectacular aparece la primera decisión ¿Seguimos por los senderos de
los acantilados y retomamos el camino o nos desviamos y subimos a lo más alto
de la península? Elegimos lo segundo, nos costó un poco encontrar el camino
para subir, pero después de una vueltas lo logramos y está todo documentado. Fue
genial, una trepada por las rocas y la vista panorámica espectacular.
De vuelta al
camino común, ese que luego se dividirá en 4 alternativas para volver al
pueblo, nos seguimos maravillando con el paisaje. Un descanso para almorzar,
nos comimos un sánguche cada uno. Personalmente no le tenía confianza a la
lechuga, estaba rara, pero gustó en la combinación. Enseguida después de eso
hicimos otra pequeña parada sentados en una roca con los pies colgando sobre
una caída de 10 metros. No era terrible, de hecho era bastante fácil mantenerse
sentado, hicimos algunas tomas panorámicas cuando la fauna nos sorprendió.
Vimos un ciclista, lo que es raro dadas las condiciones del camino, embarrado,
con muchas rocas, por momentos muy angosto, lleno de subidas y bajadas, no
conforme con eso, este ciclista no iba montado sobre una bicicleta, sino sobre
un monociclo. Cuando vio la cámara nos regaló un shaka (gesto con la mano de
buena onda usado en Hawaii) y siguió de largo. Lo mismo hicimos nosotros. Llegó
la hora, hicimos contacto visual con el faro que representa el primer quiebre,
nos adentramos en la península y en la villa dejando atrás el camino violeta,
el más largo. Esta vez no entramos al bar, como había hecho con Vinny la
primera vez, entramos al mercadito a comprar más agua y seguimos las
indicaciones del camino rojo. Ya habíamos dejado atrás los inicios del verde y
el azul, los más cortos. Seguir el camino rojo nos llevó por un rato entre
calles, rutas y campos hasta que finalmente nos adentramos en bosque puro.
Revisamos el mapa varias veces, técnicamente hay 4 caminos, pero el rojo,
cuando se cruza con el violeta pasando la villa, parece bifurcarse, uno de seos
caminos es el rojo oficial y el otro no, uno de esos pasa por el castillo de
Howth y el otro llega al puerto
empalmando el camino azul sobre el final. No sabíamos cuál era cuál. Estuvimos
una hora entretenidos filmando cada poste con flecha roja, estos refirmaban que
no estábamos perdidos. En un momento cruzamos una planicie extensa, el sendero
estaba muy claramente marcado y salirse de él implicaba meterse en un mar de
arbustos pequeños, cosa que hicimos cuando al costado del camino encontramos
una roca muy grande y alta. La trepamos y la naturaleza nos recompensó el
esfuerzo con un fuerte viendo irlandés. Lo escuchábamos rugir, lo sentíamos en
cada parte de nuestro cuerpo, nos hizo sentir más vivos que nunca. El camino
sigue, no bajamos la roca porque había una alternativa más segura, nos hicimos
paso entre los arbustos de vuelta al sendero.
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Sentados en el acantilado |
Poco después llegó
el momento de decidir hacia dónde ir en la bifurcación. El que queríamos
nosotros, el del castillo, era el no oficial, el que no tiene postes con
flechas rojas indicando la dirección. Avanzamos cotejando las curvas del camino
con el mapa. Apareció un desvío, luego otro, luego otro y otro más. Nos
empezamos a sentir algo perdidos y empleamos una segunda referencia, activamos
el gps del teléfono como brújula. Teníamos que ir al norte, así que apuntando
hacia él fuimos decidiendo donde doblar. Después de un rato de no encontrar
ningún camino en nuestra dirección nos mandamos campo traviesa, en realidad
bosque traviesa, nos metimos por un caminito de cuento de hadas, un túnel de
ramas debajo de las copas tupidas. En el inicio parecía un túnel que nos
redordó a ‘Alicia en el país de las maravillas’, pero rápidamente se notó que
no lo era, simplemente esas ramas crecen espaciadas y nos permiten deambular
entre ellas. Nuestra guía era el norte. Nos topamos con un cambio de
vegetación, mucho más tupida y que no nos permitía seguir avanzando. A nuestra
izquierda vimos un campamento que parecía abandonado, la primera sensación fue
de miedo, algo así como ‘El proyecto de la bruja de Blair’. Dos lonas grandes
atadas a dos estructuras de troncos, ambas con agujeros, debajo de ellas restos
de una fogata, una silla plegable y varias latas de cerveza. Dejamos el
campamento y volvimos al camino anterior.
Habíamos
desestimado el mapa ya, estábamos perdidos, por eso le confiamos todas nuestras
fichas a la brújula digital, derecho al norte sin importar nada.
Felizmente
funcionó, llegamos al campo de golf que teníamos que atravesar y después de un
rato encontramos una carretera, que no figuraba en el mapa. La seguimos y se
nos presentó en castillo de Howth. Resulta que esa carretera es el sendero rojo
alternativo, que en el mapa figura como peatonal y en realidad es asfaltado. Lindo
castillo, no es tan imponente como otros, en parte porque lo siguen usando, la
mayoría de las puertas tienen un cartel de Propiedad Privada y detrás de una
arcada se ven los tachos de basura industriales típicos de empresas. Sin
embargo, una de las torres sigue intacta y se le notan los años, eso estuvo
bueno, la recorrimos lo que pudimos desde el suelo y seguimos el camino.
Bordeando por la izquierda un espacio gigante de bosque encerrado por una pared
alta de piedra llegamos a la iglesia de Santa María. Estaba cerrada, la vimos
por fuera y me llamó la atención la cruz. No era la típica cruz ‘t’, sino que
era una cruz simétrica.
Fin del
bosque, llegamos a la estación por el otro lado, dimos toda la vuelta. Nos
pasamos y fuimos a ver el puerto con los últimos momentos de luz. El viento nos
volvió a saludar en la cima de la muralla, emprendimos la vuela y cada paso nos
empezaba a pasar factura de la caminata del día. En el tren nos recostamos
contra la ventana a esperar que se desocupe un asiento. Nos sentamos faltando 4
estaciones para llegar, algo es algo. Se nos ocurrió tomarnos un micro hasta la
casa, por el cansancio, pero nos dio hambre antes, nos comimos el segundo
sánguche y nos volvió el alma al cuerpo. Caminamos hasta la casa, nada de micro
y de andar gastando de más.
Nos relajamos
en la sala con un té de menta. Yo lavé las zapatillas y las puse a secar bajo
el radiador. Nos saludamos y charlamos entre los 5, nos contamos un poco del
día de cada uno y nos recluimos en nuestras cuevas. Yo me puse al día con las
lecciones de japonés y me tiré a ver la serie una vez más, hacía mucho que no
veía nada. Me tomó unos minutos recordar el capítulo de la temporada 5 en el
que me había quedado. Vi 2 capítulos y medio y me dormí.
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