Vivir no es sólo existir

Hola todos, gracias por leerme y así acompañarme en este viaje. Cuando me fui por primera vez lo pensé como un 'voy y vuelvo'. Algo finito, aunque largo. Hoy veo que estoy viviendo esto y después estaré viviendo otra cosa. Viajo para conocer lugares, costumbres, horarios, comidas, ritmos, gente, calles, Dojos, maestros, compañeros, trenes, redes de metros, culturas.
Hoy el objetivo del viaje, si bien tengo un plan sobre el que improviso, es viajar. Si es posible trabajar en distintas ciudades para, 1) financiar el viaje y 2) entrar bien en el ritmo local, no ser sólo un turista más.
Este texto lo voy a expandir en la entrada 'Inicios y Motivaciones'

viernes, 6 de noviembre de 2015

060-Madrid parte 5 - La práctica se hace intensiva


Madrid 2015 Parte 5 – Libertad! Aikido! Qué lindo!



Junio empezó con un nuevo aire. La temperatura comenzaba a aumentar, había más sol, no tenía que despertarme a las 6:30 para participar de la conferencia de AllUnite y no estaba todo el tiempo pendiente de cuántos routers instalaba, o de cómo le iba a hablar a este potencial cliente, tampoco estaba llevando registro de las visitas ni estaba atento a la situación de cada instalación. Me había liberado del trabajo. Una parte sí me gustaba, la de organizar. Cuando me fui le dije a Mayte que me tubiera en cuenta para el área de administración, para eso sí soy bueno. Pero lo más importante fue que al liberar las mañanas y las tardes, pude empezar a asistir a las clases de Tomás de los martes y jueves a las 11am. Estas son las más largas, hasta la 1pm, y más concurridas, entre 15 y 30 alumnos dependiendo del mes. Me gustaron mucho, fue volver a entrenar por las mañanas, salir del Dojo y darse cuenta que ya había hecho dos horas de Aikido y todavía tenía todo el día por delante. Terminó mi primera clase de los martes y me sentía algo agotado pero no muerto, no sé si habría aguantado una clase de alguno de sus hijos enseguida, pero la siguiente era de Roberto y recién a las 2:30pm. Así que dejé mi keikogi y mi hakama colgando en el vestuario y me fui al bar de Hugo a almorzar. Me acompañó Michel, el griego, un tipo simpático como pocos, muy extrovertido y que le gusta hablar y compartir. Él se tomó una caña y yo lo de siempre, que ya lo tenía acostumbrado a Hugo. Cuando me acercaba solo a la barra me decía ‘¿Un Acuarius de naranja?’ y me lo servía junto con una tapa en una de las mesas de afuera. Pasó que las primeras noches con los chicos me pedía siempre un vaso de agua, no pagaba y les comía la picada, empecé a pedir un jugo y se me hizo costumbre.

De vuelta en el Dojo, Tomás estaba haciendo de recepcionista mientras su hijo se cambiaba para dictar la clase. Estaba su nieto jugando en el pasillo. Las clases de la mañana y el mediodía tienen un ritmo distinto a las de la noche. No sólo hay más luz de sol, algo más cambia, la energía de la gente será, esta todo más fresco. En esta clase conocí a una gran aikidoka, que me mostró y me hizo sentir una fluidez y constancia de trabajo muy particular y disfrutable, a pesar de que me dejaba con la lengua afuera en cada cambio de parejas. Constanza, la esposa de Sensei Roberto, con ella aprendí que tori/nage empieza a fluir con la energía de uke mucho antes de que se concrete el ataque y que, con una actitud de irimi constante, es este quien provoca el ataque de uke, que funciona como una defensa de ese irimi. Me acuerdo de casi todos los aikidokas de la AETAIKI con los que practiqué, pero algunos me hicieron sentir cosas nuevas y los recuerdo particularmente, Consti es una, como Alfonso, que lo mencioné en entregas anteriores.

Otro Aikidoka con el que me sentí muy a gusto fue Ángel, no practiqué tanto como creí que lo haría con él, ya que solíamos coincidir en las clases de Tomás y no nos tocaba juntos. Pero recuerdo especialmente una clase de Roberto de las 8, creo que fue un miércoles, hicimos juntos las últimas tres técnicas de la clase. La segunda fue kokyunage (un ejercicio para lanzarnos, caer, levantarse y volver a ser lanzado), estábamos los dos agotados, el más que yo porque venía de la clase de David, me apiadé y bajé un poco el ritmo, pero me hizo sentir sin palabras que no quería eso. En ese momento recordé las palabras de Vicente en aquella clase que casi no terminé. La decisión de bajar el ritmo o parar es personal, los límites los define cada uno y, algo my importante, esos límites suelen estar más lejos de los que creemos. Entonces redoblé la apuesta y lo lancé como se debe, sin darle descanso entre caídas, él hizo lo mismo y cuando Roberto pasó cerca nos dijo que veníamos bien y nos regalo una ronda con él como nage/tori. Fue un gran momento y estoy feliz de haberlo vivido y recordado, porque luego intenté que vuelva a pasar y no se dio la oportunidad.

Después está Pedro, con el compartí algunas clases de Tomás por las mañanas. Un tipo fuerte, alto y muy plástico; verlo caer y acomodarse a mis técnicas me enseñó a hacer lo mismo. Ser un uke blando y suave no está estrictamente relacionado con nuestra flexibilidad muscular, si bien es necesaria, lo que nos hace blandos es aprender a separar las cadenas musculares y reorganizarlas según la situación de manera armoniosa. Pedro no me dijo eso, pero fue lo que sentí al mover su centro de equilibrio.


-----------


Abel Pintos en Madrid
Como es mi costumbre, de a poco me fui acostumbrando a ciertas cosas y generé varias rutinas que me confortaban. Una de ellas era el autobús ida y vuelta del Dojo. A la ida iba lleno generalmente, rara vez me sentaba y siempre estaba leyendo. Los primeros días Dracula y después el libro de los Zapp, Atrapa tu Sueño. El segundo me incentivaba más y más a seguir viajando, con el primero disfruté en grande de un inglés clásico. A la vuelta siempre salía recién bañado del vestuario después de haber sudado la gota gorda en el tatami, caminaba de noche hasta la parada y esperaba al autobús leyendo o chateando. Viajé siempre sentado, mirando a la gente subir y bajar. Los personajes nocturnos son distintos a los diurnos. A la hora de bajarme variaba entre la Plaza de la Paja y la Plaza de Puerta de Moros. Con la segunda atravesaba gran parte de la Cava Baja que a esa hora estaba atestada de gente, pero el camino era llano. Después del doblete Sánchez mis piernas estaban agradecidas por esta ruta. Al llegar a la puerta del departamento tomaba aire y subía las escaleras, exhausto dejaba acomodaba todo y me tiraba en el sillón a ver lo que sea que estaba viendo Fermín.



Fermín, claro, la otra mitad de esta aventura. Se consiguió una changa. Abel Pintos presentó dos recitales en un bar grande de Madrid. Él estuvo presente en ambos trabajando de asistente general. Además de eso fue a dos entrevistas de trabajo y a dos días de entrenamiento. No le gustó. Ambos eran lo mismo, que parece ser el trabajo más fácil de conseguir en Madrid, porque nadie lo quiere hacer y los que lo hacen no duran y son reemplazados con regularidad. ¿Recuerdan cuando caminan por el centro y están estas personas bien vestidas y con una sonrisa en la cara, que siempre llevan consigo una carpetita y un morral? Cuando pasás cerca te miran y si les devolvés la mirada un segundo se te acercan, se presentan con toda la buena onda del mundo y te ofrecen ser colaborador de una caridad, suscribirte a una revista, ayudar a recaudar fondos para tal ONG, o cualquier otra cosa que el 95% de la gente ignora, el 3% los escucha por compromiso y con incomodidad y el 2% acepta, con suerte. Bueno, de eso eran los trabajos a los que se presentó Fermín. Cuando me lo encontré a la noche después de Aikido lo vi estresado y de mal humor. Parece que le afectó bastante, fue insalubre. Pasa que dentro del gran porcentaje que te ignora hay muchos que les empezás a hablar y te rechazan de mala manera, eso perturba mucho y es moneda corriente en ese trabajo.

En resumen, siguió sin trabajar. Algunos días me acompañó solo para no estar todo el día sin hacer nada. Tampoco le gustó lo que yo hacía, era parecido a lo que él rechazó.



Otra ventaja de haber dejado el trabajo fue que me pude volver a sumar a la emblemática comida de los viernes de Rodolfo y su barra de amigos. La primera vez fue en febrero de 2014, la segunda en noviembre. Esta vez llevaba dos meses en Madrid y no los había visto ni una vez. Le escribí y el primer viernes que tuve libre los encontré en el bar La Paloma, para unos buenos boquerones en aceite. De ahí, y siguiendo el ritual, fuimos a lo de Dani, que está en la misma calle que la oficina de mi tío, buenos chorizos y salames. Antes de comer hicimos la parada en el Xentes, chorizo colorado y navajas. Lo bien que se come en Madrid no tiene nombre. El almuerzo es en el Urumea 2, un restaurante que siempre les reserva una mesa a sus clientes favoritos. Esta costumbre de tapeo fue lo que cautivó a mi tío y lo que me mostró al venir la primera vez. El recorrido terminó, como siempre, en el bar de Tere para un café. Este bar está frente al departamento, eran las 4 de la tarde y fui a ver si Fermín estaba despierto, lo estaba, así que lo llevé para que conozca a la barra. Me encanta porque mi hermano los conoció gracias a mí, yo gracias a mi tío y mi tío gracias a Ismael, un gran amigo suyo y el hijo de Rodolfo. Son interesantes estas cadenas. ¿Cómo seguirá?

Este grupo de viejos amigos lleva años con este ritual de la comida de los viernes, con tapeo en los mismos bares y almuerzo en el Urumea 2, y lo respetan religiosamente todos los viernes salvo en ocasiones especiales. Son gente muy interesante para conversar y están llenos de historias de Madrid. Con ellos aprendí de la ciudad, de cómo era antes, de cómo la ven los distintos sectores sociales, qué tan mal ven ellos la crisis del país y un poco de geografía local. Lo que más recuerdo, dada mi naturaleza, es en qué bares y tabernas se comen las mejores tapas y platos.

La barra de Rodolfo, falta más de la mitad
Hubo una segunda salida con ellos. Esta vez Fermín nos acompañó desde La Paloma, el principio. Pero nos despedimos en el Xentes antes de comer para no llenarnos mucho. Los dos queríamos llegar a nuestros entrenamientos en el gimnasio y en el Dojo en buen estado. La semana anterior yo había hecho el circuito completo con la barra y estaba llenísimo, sumado al calor del verano que ya teníamos encima fue un desafío caminar hasta la parada del autobús.



Más cosas interesantes nos pasaron este mes, que las dejaré para otras entregas. ¡Qué linda la vida Madrileña que nos tocó!

No hay comentarios:

Publicar un comentario