15/8 – sábado – Bath, entre Romanos
e Ingleses
Qué gran colchón, es un inflable de
plaza y media simple que no se hunde ni rebota cuando te movés de lado a lado. Me
desperté solo a las 7:40 y vi algunas novedades de Facebook y WhatsAap en el
teléfono. Lo vi pasar a Álvaro por la puerta del living ‘Buen diia’, saqué y doble la sábana y acosté el colchón detrás de
las sillas. En la cocina me preparé un té con leche y me serví una galles en un
bowl. Desayuné un poco entre blog y otras cosas hasta que se sumaron Alva
y posteriormente Cecilia. Del té pasamos
al mate con alfajores Jorgito rellenos de dulce de leche. El plan estaba
decidido desde anoche. Iríamos a Bath, un pueblo que perteneció a los romanos y
que al tomarlo los ingleses lo usaron como centro de recreación para la realeza
y nobleza. Hoy en día los baños ya no se usan, sino que son un atractivo
turístico.
Con la mochila con termos y yerba
fuimos a la oficina de Álvaro a buscar su mate. Esta está en el puerto, es un
lugar muy lindo y cálido. El espacio de trabajo es amplio y la cocina pequeña,
pero generosa. Una vista sin desperdicio, a un lado bosque, al otro agua,
rodeado de parque. Desde ese punto hasta el destino fueron una hora y media de
manejo. A mitad de camino paramos a hacer pis, pero no en una estación de
servicio, en un restaurante rural que además vendía productos artesanales.
Compramos una torta de limón y una de café, muy ricas. Además tuvimos la
posibilidad de charlar con el dependiente, que al no ser londinense hablaba un
inglés más puro. Esto fue parte de lo que me quería mostrar Álvaro, los
ingleses más auténticos, los que están alejados de la metrópolis. Yo, por mi
parte, aproveché la oportunidad para escuchar hablar a mi amigo. Después de dos
años acá desarrolló un acento que no desconcierta a los locales, a la vez que
se le cerraron los labios y acortaron los espacios entre palabras (habla más
rápido).

Hicimos un intento de entrar a los
baños romanos, pero la cola era demasiado larga. Lo dejamos.
Antes de volver al auto pasamos por
un helado. El de chocolate tenía un color cuestionable, pedí de Ferrero, que es
una variante más libre del chocolate, y Marroc, muy ricos. Probamos el de
Álvaro, creo que era delicia turca, fue como chupar perfume de jazmín. Ya
satisfechos volvimos al auto. Muy cerca de la entrada del estacionamiento
empezaba una feria de comida en cuyo primer puesto yo me había interesado ni
bien llegar, tuve que probarlo, nunca lo había visto antes. No recuerdo el
origen de esas bolas de carne rellenas de huevo duro (en particular la mía
tenía frutos rojos pegados a la carne). Estaba rica, me imagino que más
temprano, caliente, habría estado mucho mejor.
La vuelta fue sin pausa. Caci y yo
nos dormimos los primeros kilómetros. Qué feeeooo, eso no se hace. La segunda
mitad del viaje tomamos un poco de mate del termo chico y charlamos de Juego de
Tronos. Nunca había hablado de la serie con Álvaro, así que hubo bastante que
comentar. Llegando a Southampton decidimos cenar en su pub favorito, The
Talisman. Comí lo que me recomendaron, su propia versión de la milanesa de
pollo. Grande, sabrosa, con buenas papas y rúcula. Una buena experiencia.
Llenos, contentos y cansados volvimos al depto. Ceci se fue a dormir y nosotros
nos pusimos frente al televisor con un té a ver la tele, charlar y usar
internet. Me respondió Daniil y me puedo quedar en su casa en Moscow, vive en
Zelenograd. Ya sólo me queda definir fecha y pasaje desde Helsinki, seguramente
el 30 para coincidir con Igarashi Sensei.
Esa noche quise actualizar mis
cuentas, pero una vez solo en la habitación oscura y semi-tapado en el colchón
no pude aguantar el sueño.
16/8 – domingo – Bournemoth, la
playa
Por alguna razón molesta me desperté
4 veces desde las 4:30 am para hacer pis. La última coincidí con Álva. Mientras
él nos preparaba café con leche y tostadas yo doblé las sábanas y la funda de
la almohada, y desinflé y guardé en su caja el colchón inflable. Desayunamos
mientras Ceci se duchaba. Cuando salió fuimos a comprar unos croissants y los
comimos con mate, como era de mañana estaban crocantes y tibios.
Otra vez, mochila lista y al auto,
esta vez también llevé la mía para tener un cambio de ropa.
El camino a Bournemoth es corto, nos
tomó 40 minutos llegar. Tuvimos problemas en el estacionamiento, la máquina no
quiso tomar la tarjeta de Álvaro y cuando llamó tardaron en cobrarle y le
anotaron mal la patente. Tuvo que volver a pagar y dejar una queja. Almorzamos
en Burger King porque era barato y rápido, la comida, como era de esperar, no
estaba buena, pero llenó. De ahí fuimos directo a Primark a comprarme una
toalla, de paso Ceci se compró un vestido playero, ya que estábamos Álvaro se
compró una malla y como la mía estaba gastada y esas costaban menos de 4 libas
me compré otra, ya yéndonos agregamos unas ojotas de una libra, y por qué no
otra toalla. ¿No es hermoso en consumismo? Gonza estaría orgulloso de esta
tienda. Con todo el equipo de playa en las bolsas fuimos a los baños públicos y
los estrenamos. Elegimos un lugarcito en la arena para instalarnos. No sabíamos
qué hacer hasta que Álvaro me pidió practicar Aikido. Good old times coming
back. Hicimos un repaso de todo. Noté como incorporé la técnica Sánchez de
España. Al primer kotegaeshi salté sin pensarlo. Solo que cometí el mismo error
de siempre, en lugar de girar limpio de frente, lo hice de costado y amortigüé
todo el peso de la caía con el brazo derecho en lugar de golpear y aterrizar.
Eso me costó una contractura violenta en la espalda que todavía me está
torturando la cervical. Eso me pasa por caer en frío. Practicamos un buen rato,
Ceci nos filmó. Cuando la contractura ya dolía demasiado entramos al mar,
volvimos a ser filmados. Entre el dolor de espalda y el frío del agua no nos
quedamos mucho. Sentados en la toalla pedí masajes que me aliviaron en el
momento, pero no fue suficiente. Entré en modo ignorador de dolor.
¿Qué se hace en la playa después de
gastar energías en el mar sometiendo el cuerpo a frías y saladas aguas? Claro,
se toma un mate calentito con el croissant que sobró de la mañana y más galles.
Ceci no quería, quería helado. Cuando llegamos a la mitad del segundo termo
fuimos a la heladería. Ellos compraron uno cada uno mientras yo lavé el mate.
Quería un helado pero no me entusiasmaba el de máquina sabor crema. A Ceci le
entusiasmo menos que a mí y me dio el suyo. Al final me saqué las ganas. De
vuelta al auto nos volvimos a cambiar. En el camino de vuelta, al menos yo,
volví a dormirme. Llegamos rápido, así
que hubo tiempo de unos mates finales con sánguches de fiambre mientras me
pasaban sus fotos y videos.
Me llevaron a la estación y nos
despedimos cuando llegó el micro. Quedamos en que me voy a acomodar con Geoff
para otro finde libre en septiembre y hacerles una segunda visita. El viaje era
con trasbordo en Portsmouth. En esa estación subió un contingente de 17 indios
que iban a Londres. Desde la estación Victoria volví a hacer trasbordo, metro
hasta Liverpool Station (que me equivoqué de línea, subí a la District Line que
me dejó en Tower Hill y de ahí retomé la Circle Line para hacer dos estaciones
hasta Liverpool) y tren hasta Forest Gate. Mi llave la tenía mi ex compañero de
cuarto, y mi compañero actual estaba trabajando. Me acomodé y actualicé el
blog. Qué lindo una habitación para mí solo.
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