Vivir no es sólo existir

Hola todos, gracias por leerme y así acompañarme en este viaje. Cuando me fui por primera vez lo pensé como un 'voy y vuelvo'. Algo finito, aunque largo. Hoy veo que estoy viviendo esto y después estaré viviendo otra cosa. Viajo para conocer lugares, costumbres, horarios, comidas, ritmos, gente, calles, Dojos, maestros, compañeros, trenes, redes de metros, culturas.
Hoy el objetivo del viaje, si bien tengo un plan sobre el que improviso, es viajar. Si es posible trabajar en distintas ciudades para, 1) financiar el viaje y 2) entrar bien en el ritmo local, no ser sólo un turista más.
Este texto lo voy a expandir en la entrada 'Inicios y Motivaciones'

domingo, 16 de agosto de 2015

013-Londres 15~16/ago - Dos días fuera de Londres

15/8 – sábado – Bath, entre Romanos e Ingleses


Qué gran colchón, es un inflable de plaza y media simple que no se hunde ni rebota cuando te movés de lado a lado. Me desperté solo a las 7:40 y vi algunas novedades de Facebook y WhatsAap en el teléfono. Lo vi pasar a Álvaro por la puerta del living ‘Buen diia’, saqué y doble la sábana y acosté el colchón detrás de las sillas. En la cocina me preparé un té con leche y me serví una galles en un bowl. Desayuné un poco entre blog y otras cosas hasta que se sumaron Alva y  posteriormente Cecilia. Del té pasamos al mate con alfajores Jorgito rellenos de dulce de leche. El plan estaba decidido desde anoche. Iríamos a Bath, un pueblo que perteneció a los romanos y que al tomarlo los ingleses lo usaron como centro de recreación para la realeza y nobleza. Hoy en día los baños ya no se usan, sino que son un atractivo turístico.

Con la mochila con termos y yerba fuimos a la oficina de Álvaro a buscar su mate. Esta está en el puerto, es un lugar muy lindo y cálido. El espacio de trabajo es amplio y la cocina pequeña, pero generosa. Una vista sin desperdicio, a un lado bosque, al otro agua, rodeado de parque. Desde ese punto hasta el destino fueron una hora y media de manejo. A mitad de camino paramos a hacer pis, pero no en una estación de servicio, en un restaurante rural que además vendía productos artesanales. Compramos una torta de limón y una de café, muy ricas. Además tuvimos la posibilidad de charlar con el dependiente, que al no ser londinense hablaba un inglés más puro. Esto fue parte de lo que me quería mostrar Álvaro, los ingleses más auténticos, los que están alejados de la metrópolis. Yo, por mi parte, aproveché la oportunidad para escuchar hablar a mi amigo. Después de dos años acá desarrolló un acento que no desconcierta a los locales, a la vez que se le cerraron los labios y acortaron los espacios entre palabras (habla más rápido).

Bath es pequeño y simpático. Las calles y los paseos peatonales, al igual que la arquitectura, dejan ver una combinación de la cultura romana e inglesa. Ambas dominaron el lugar el suficiente tiempo para dejar su huella. Dejamos el auto en un estacionamiento subterráneo que daba a la calle, lo que hacía parecer a todo el pueblo una atracción turística. Almorzamos Cornish Pasty, que son empanadas inglesas. Más grandes que las nuestras con repulgue ancho, para que los mineros las puedan sujetar a pesar de estar sucios. Comimos en un parque de los que hay que pagar para entrar. Tiene un arbusto cortado como un jugador de rugby y la estatua de un hombre y un chancho.
Por alguna razón que no averiguamos los chanchos son algo importante aquí, o tal vez sea uno solo el famoso. Luego paseamos por más parques del pueblo. Vimos una formación de departamentos estilo inglés acomodados en forma de círculo con una plaza en el centro con un corazón de árboles, daba la impresión de haber sido una arena antaño; una casa de aspecto de cuento en de hadas escondida detrás de un gran árbol curvo; una estructura semicircular como la mitad de la que se asemeja a una arena, pero el doble de grande; finalmente el gran parque Victoria donde sacamos a relucir nuestra argentinidad con unos buenos mates. En este parque fui el apuntador de ardillas, mostré gran destreza al principio, pero luego, al haber confundido una ardilla con un pato de peluche atropellado por una bicicleta, mi título perdió credibilidad.
Hicimos un intento de entrar a los baños romanos, pero la cola era demasiado larga. Lo dejamos.

Antes de volver al auto pasamos por un helado. El de chocolate tenía un color cuestionable, pedí de Ferrero, que es una variante más libre del chocolate, y Marroc, muy ricos. Probamos el de Álvaro, creo que era delicia turca, fue como chupar perfume de jazmín. Ya satisfechos volvimos al auto. Muy cerca de la entrada del estacionamiento empezaba una feria de comida en cuyo primer puesto yo me había interesado ni bien llegar, tuve que probarlo, nunca lo había visto antes. No recuerdo el origen de esas bolas de carne rellenas de huevo duro (en particular la mía tenía frutos rojos pegados a la carne). Estaba rica, me imagino que más temprano, caliente, habría estado mucho mejor.

La vuelta fue sin pausa. Caci y yo nos dormimos los primeros kilómetros. Qué feeeooo, eso no se hace. La segunda mitad del viaje tomamos un poco de mate del termo chico y charlamos de Juego de Tronos. Nunca había hablado de la serie con Álvaro, así que hubo bastante que comentar. Llegando a Southampton decidimos cenar en su pub favorito, The Talisman. Comí lo que me recomendaron, su propia versión de la milanesa de pollo. Grande, sabrosa, con buenas papas y rúcula. Una buena experiencia. Llenos, contentos y cansados volvimos al depto. Ceci se fue a dormir y nosotros nos pusimos frente al televisor con un té a ver la tele, charlar y usar internet. Me respondió Daniil y me puedo quedar en su casa en Moscow, vive en Zelenograd. Ya sólo me queda definir fecha y pasaje desde Helsinki, seguramente el 30 para coincidir con Igarashi Sensei.
Esa noche quise actualizar mis cuentas, pero una vez solo en la habitación oscura y semi-tapado en el colchón no pude aguantar el sueño.



16/8 – domingo – Bournemoth, la playa



Por alguna razón molesta me desperté 4 veces desde las 4:30 am para hacer pis. La última coincidí con Álva. Mientras él nos preparaba café con leche y tostadas yo doblé las sábanas y la funda de la almohada, y desinflé y guardé en su caja el colchón inflable. Desayunamos mientras Ceci se duchaba. Cuando salió fuimos a comprar unos croissants y los comimos con mate, como era de mañana estaban crocantes y tibios.
Otra vez, mochila lista y al auto, esta vez también llevé la mía para tener un cambio de ropa.

El camino a Bournemoth es corto, nos tomó 40 minutos llegar. Tuvimos problemas en el estacionamiento, la máquina no quiso tomar la tarjeta de Álvaro y cuando llamó tardaron en cobrarle y le anotaron mal la patente. Tuvo que volver a pagar y dejar una queja. Almorzamos en Burger King porque era barato y rápido, la comida, como era de esperar, no estaba buena, pero llenó. De ahí fuimos directo a Primark a comprarme una toalla, de paso Ceci se compró un vestido playero, ya que estábamos Álvaro se compró una malla y como la mía estaba gastada y esas costaban menos de 4 libas me compré otra, ya yéndonos agregamos unas ojotas de una libra, y por qué no otra toalla. ¿No es hermoso en consumismo? Gonza estaría orgulloso de esta tienda. Con todo el equipo de playa en las bolsas fuimos a los baños públicos y los estrenamos. Elegimos un lugarcito en la arena para instalarnos. No sabíamos qué hacer hasta que Álvaro me pidió practicar Aikido. Good old times coming back. Hicimos un repaso de todo. Noté como incorporé la técnica Sánchez de España. Al primer kotegaeshi salté sin pensarlo. Solo que cometí el mismo error de siempre, en lugar de girar limpio de frente, lo hice de costado y amortigüé todo el peso de la caía con el brazo derecho en lugar de golpear y aterrizar. Eso me costó una contractura violenta en la espalda que todavía me está torturando la cervical. Eso me pasa por caer en frío. Practicamos un buen rato, Ceci nos filmó. Cuando la contractura ya dolía demasiado entramos al mar, volvimos a ser filmados. Entre el dolor de espalda y el frío del agua no nos quedamos mucho. Sentados en la toalla pedí masajes que me aliviaron en el momento, pero no fue suficiente. Entré en modo ignorador de dolor.

¿Qué se hace en la playa después de gastar energías en el mar sometiendo el cuerpo a frías y saladas aguas? Claro, se toma un mate calentito con el croissant que sobró de la mañana y más galles. Ceci no quería, quería helado. Cuando llegamos a la mitad del segundo termo fuimos a la heladería. Ellos compraron uno cada uno mientras yo lavé el mate. Quería un helado pero no me entusiasmaba el de máquina sabor crema. A Ceci le entusiasmo menos que a mí y me dio el suyo. Al final me saqué las ganas. De vuelta al auto nos volvimos a cambiar. En el camino de vuelta, al menos yo, volví  a dormirme. Llegamos rápido, así que hubo tiempo de unos mates finales con sánguches de fiambre mientras me pasaban sus fotos y videos.

Me llevaron a la estación y nos despedimos cuando llegó el micro. Quedamos en que me voy a acomodar con Geoff para otro finde libre en septiembre y hacerles una segunda visita. El viaje era con trasbordo en Portsmouth. En esa estación subió un contingente de 17 indios que iban a Londres. Desde la estación Victoria volví a hacer trasbordo, metro hasta Liverpool Station (que me equivoqué de línea, subí a la District Line que me dejó en Tower Hill y de ahí retomé la Circle Line para hacer dos estaciones hasta Liverpool) y tren hasta Forest Gate. Mi llave la tenía mi ex compañero de cuarto, y mi compañero actual estaba trabajando. Me acomodé y actualicé el blog. Qué lindo una habitación para mí solo.

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