24/8 – lunes – Disfónico
Así como anoche me acosté casi sin
voz, hoy amanecí igual. Chris, el rumano que vivió en España, al que le vendí
mi laptop pedorra, me había dado tres pastillas antibiótico para combatir el
resfrío. Contra toda recomendación del sentido común que me han inculcado, las
tomé. Una cada 6 horas. Esta mañana fue la segunda y me guardé la tercera para
después del trabajo. Desayuné como siempre y subí a la bici. Estaba totalmente
nublado, el cielo tan gris de nubes que estas no se distinguían unas de otras.
Antes de llegar con Geoff llovisnó un poco, pero no demasiado. Se sentía el día
particularmente húmedo y frío, eso no era bueno para mi garganta, y haber pedaleado
una hora no ayudó. Aunque entrar en calor hizo que se me pase la sensación de
estar enfermo. Geoff me recibió con un café y una de esas medicinas ligeras en
polvo que efervescen en un vaso de agua. Salimos a trabajar.
Primero fuimos al jardín grande
donde suelo cortar el pasto, la pareja está de vacaciones desde que empecé a
trabajar, me dije Geoff que son billonarios, que para ellos es que tienen miles
de millones. Su máquina es más pesada que la nuestra, así que después del pasto
ya tenía el cuerpo caliente y listo para todo. La voz seguía ausente. El resto
del día nos dedicamos a los jardines fáciles. En dos de ellos nos agarró la
lluvia fuerte. Nos empapamos. Los jardineros en Londres no le tememos a la
lluvia. Terminamos a las 4:30 y volví lo más rápido que pude a casa. Puse toda
la ropa a lavar y me duché con agua caliente. Estaba cansado, escribí la blog
del sábado y parte del domingo y publiqué la primera. Me quedé charlando con
los rumanos. El matero me pidió un poco, le prometí hacer cuando me recupere
del todo.
Me acosté relativamente temprano.
25/8 – martes – No fui a trabajar / compré ropa
Empecé la rutina, 5 am arriba, baño
y desayuno hasta las 5:50. Estuve todo el rato deliberando si ir a trabajar o
no. Geoff me había dicho que me lo tome con calma, que prefiere que falte uno o
dos días para recuperarme a que me mate y después esté sin ir una semana. Al
despertarme me dolía la garganta, pero sabía que con el café y as tostadas el
dolor se iría, y así fue. De todas formas no me sentía del todo bien y
presentía que someterme al frío de la bici y la humedad del día lluvioso me iba
a romper más. Mandé mensaje para avisar que me ausentaría. Tomé el último
ibuprofeno del blíster y volví a la cama. La siesta duró hasta las 10 u 11 de
la mañana. Tomé un segundo desayuno mientras escribía el domingo. A eso de la
una me sentía mucho mejor, ya podía hablar casi normal. Me vestí y me abrigué
para ir a Stratford Centre en autobús. Lo primero que hice fue almorzar unos
fideos en un restaurante chino. Usé los palillos, me desacostumbré, después de
comer tenía resentidos los músculos de los dedos. De ahí fui directo a hacer
compras de ropa para el trabajo; 4 remeras negras lisas, un pantalón largo
negro impermeable, 5 pares de medias negras, un cuello de polar anti frío y un
par de zapatillas no deportivas. Las Merrel que uso para trabajar (y para todo
hasta hoy), son del 2011 o 2012. Son geniales, pero están agujereadas y sucias,
no me sirven para los eventos formales a los que pienso asistir. Con todo en la
mochila compré a algunas cosas de consumo diario y volví a la casa. Ultimé los
detalles del domingo y lo subí al blog. Me fui a la cama temprano.
26/8 – miércoles – Estoy nuevo / un postre inglés
Hoy llegué al trabajo con todas las
energías. Para pedalear tranquilo tuve que sonarme la nariz cada 10 minutos o
menos, pero llegué bien. Ayer Geoff fue a un jardín al que va una vez al mes y
le plantó de todo, estaba contento. Toda la mañana había estado soleado y por
la tarde había llovido un poco. No puedo decir lo mismo de hoy, ya que llovió
un poco por la mañana y por la tarde se cayó el mundo. Nos mojamos tanto que
nuestros impermeables dejaron pasar una buena cantidad de agua a nuestra ropa
de algodón. Pero la pasé bien. Trabajar bajo la lluvia puede ser chocante al
principio, pero cuando uno acepta que por más que no queramos, ni por más que
tensemos los músculos de la espalda y cara la lluvia no va a parar, y que las
máquinas funcionan igual de bien, nos relajamos y disfrutamos del agua.
Bien empapados nos despedimos en su
casa. Tomé la bici y volví lo más rápido que pude, para no enfriarme. Hace
frío, pero no tanto, si mantengo mi cuerpo caliente por dentro ni el frío ni el
agua me van a enfermar.
Los primeros 15 o 20 minutos la
lluvia iba y venía, después parece que le gustó la idea y se quedó. Se quedó al
menos 20 minutos más, gotas grandes y pesadas caían ininterrumpidamente empapándolo
todo. No conforme con eso se le sumó el viento que me ladeaba en las calles
anchas. En ese momento recordé las veces que fui a trabajar a la escuela de policía
en bicicleta. Varias veces pedalee todo el trayecto, unos 20 km entre salir de
La Plata y recorrer el Camino Centenario. Hubo al menos dos martes, recuerdo
que fueron martes y que siempre estaba ahí Jorge, el coordinador de la cátedra
de Educación Física, para decirme ‘Qué
hacés Nahuel? Viniste en bici? Vos estás loco.’, en los que llovía fuerte y
elegí la bici. Era preferible para mí aguantar la lluvia a los nervios de
depender del autobús y sus horarios caprichosos. La sensación dentro mío era la
misma, un debate entre el frío con el cuerpo mojado y estar moviéndome con
libertad en un ambiente lleno de agua, como si pedaleara bajo el mar.
Una vez en la casa me vi totalmente
mojado, sólo se habían salvado mis tibias que estaban protegidas por la parte holgada
del pantalón. Lo primero que hice fue meter en el lavarropas, que por suerte
estaba vacío, toda la ropa que me pude sacar en el living, campera, chaleco de
visibilidad y remera. Casi que corrí al baño y después a la pieza, donde me
desvestí y preparé todo para la ducha. De camino llené el lavarropas y lo
programé para sintéticos. El agua caliente me hizo sentir muy bien, igual que
lo hacía en el vestuario de la sala de profesores al llegar esos martes. La
diferencia final fue que después de la ducha, en la escuela, impartía una clase
de defensa personal con el nivel de excitación que me dejaba ese trayecto de
bici; acá, por el contrario, me hice un té con leche y me lo tomé todo con
galletitas.
Quise escribir, pero antes actualicé
las cuentas en mi Excel de gastos, compré mi pasaje a Southampton para mi
segunda visita a Álvaro y Ceci, cambié la fecha de ese pasaje porque me
equivoqué al reservar y compré mi pasaje de Helsinki a Moscú para el 30 de
septiembre. Tuve problemas para hacer que mi valija vaya con migo, ya se va a
solucionar. Le avisé a Daniil de mi fecha, me dijo que si no coincido con la
camada de rusos que vuelve del seminario de Finladia me manda a su casa en
taxi.
Decidí cocinar para tener tuppers
listos. En una sartén tapada puse papas cortadas en rodajas con un poco de
agua, al los 8 minutos estaban blandas y les agregué cebolla, morrón rojo y
verde y carne en cubitos feteados. Lo dejé calentar con la tapa puesta mientras
hervía fideos mostachones. Después mezclé todo en la cacerola y lo dejé
calentar un poco más. Llené tres tuppers. Al mismo tiempo puse a hervir Rhbarb,
una fruta que se parece mucho al apio, pero es fruta, y tiene un sabor muy
distinto. Lo cosechamos de uno de los jardines hoy por la tarde. Geoff me dijo
que se prepara con azúcar en una cacerola y se mezcla con Custards, que son la
versión inglesa de las natillas o el postrecito Royal de vainilla. Así que iba
a hacer Rhubarb and Custards, que parece ser una tradición acá. No llegué a
comerlo porque Bogdan, uno de los rumanos, se apareció con una Cheesecake
Toffee y comimos de eso. Guardé mi Rhubarb en un tupper para otro día. La tarta
la comimos con mate, ya me sentía mejor y le dimos a los verdes (jamás usé la
expresión ‘verdes’ para referirme al mate hasta ahora). Me acosté sin escribir.
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