Vivir no es sólo existir

Hola todos, gracias por leerme y así acompañarme en este viaje. Cuando me fui por primera vez lo pensé como un 'voy y vuelvo'. Algo finito, aunque largo. Hoy veo que estoy viviendo esto y después estaré viviendo otra cosa. Viajo para conocer lugares, costumbres, horarios, comidas, ritmos, gente, calles, Dojos, maestros, compañeros, trenes, redes de metros, culturas.
Hoy el objetivo del viaje, si bien tengo un plan sobre el que improviso, es viajar. Si es posible trabajar en distintas ciudades para, 1) financiar el viaje y 2) entrar bien en el ritmo local, no ser sólo un turista más.
Este texto lo voy a expandir en la entrada 'Inicios y Motivaciones'

lunes, 18 de abril de 2016

116-Dublín 26~27/mar - carpa, bosque y frío



Dublín 26,27/03 – acampando en Howth

Sábado 26: distraído

Promesa de día agitado. Más o menos lo fue. Trabajé desde la mañana, el lavavajillas quedó de adorno porque no estábamos seguros si funcionaba o no, y Phil, quien nos daría el viso bueno, estaba muy ocupado. En el almuerzo bajé muchas veces al sótano a buscar cosas porque me las seguía olvidando. Quemé un par de sánguches en la salamandra, unos huevos y algunas tostadas. No fue tan grave, las predicciones de un día complicado no fueron tales. Me quedé hasta el final. Estoy haciendo la mayor cantidad de horas posibles.
Bran me respondió al pedido de una bolsa de dormir casi a último momento, yo ya tenía la mía. Pero la fui a buscar hasta el reloj de Heineken para que la use Vinny. Para eso dejé la cocina cerrada y semi-limpia unos minutos. Volví con la bolsa, terminé de limpiar y volví a casa escuchando música. Cuando entré a la pieza vi mi bolsa en el suelo, pensé en el campamento, pensé en los tres durmiendo en la carpa y pensé en la bolsa de dormir que me olvidé en el bar. Qué momento. Acababa de llegar y tenía que volver a hacer el mismo camino otra vez. Si no la recogía en ese momento ya no iba a ser posible después. Vinny terminó de cenar y me acompañó. Nos cagamos de frío y el viento nos volaba. Finalmente en la casa calentitos y con la bolsa me duché y a dormir.

Domingo 27: ceremonia
Los aventureros
Otro gran día. Primero a las 9:30 llegó Tomo a visitarnos. Con él y Vinícius fuimos al evento por el levantamiento en armas de pascuas, cuando hace 100 el pueblo irlandés inició la revolución para independizarse del imperio británico. Cargué la mochila con agua y tres sánguches de bife trozado, como los que hacemos en el bar. Me gustó. Estos actos me generan empatía. No suelo asistir, pero cuando lo hago me estremece un poco. Después vuelvo a casa y vuelo a  pensar en el trasfondo filosófico y la incoherencia del asunto en general y se me pasa. Estaban todas las personalidades políticas, un desfile militar de todos los cuerpos, héroes de guerra y ni una palabra sobre Jesús o el catolicismo, la iglesia o ninguna religión. Ellos tienen algo más importante para recordar. Esto me mostró las prioridades de la gente. La religión no está en la cima.
El camino violeta
Caminando a la casa, ya en Philsboro, nuestro barrio, vimos otro desfile militar organizado por los vecinos. En la casa nos preparamos para el campamento, lo sacamos a Vinny de la cueva y Tomo nos sacó la foto del inicio de la aventura en la puerta de la casa. Salimos los tres con tres bolsas de dormir, una carpa, ropa y comida.
La cena
Las calles seguían cortadas. Fue increíble ver cómo, a pesar de ser una ciudad capital, cerraron las calles principales desde el jueves. Fuimos hasta la parada del micro, pero no había señales de que llegue uno pronto. Fuimos a Connolly Station y nos tomaos el tren a Howth. Estábamos algo cansados, los chicos un poco más que yo. Queríamos llegar al bosque que tanto nos había gustado la última vez con Vinícius. Había tres formas de llegar: ir directamente por el camino del castillo; hacer el camino común, tomar la senda roja y volver a doblar a la izquierda en la flecha que indica la derecha casi al final; o hacer el camino púrpura (el más largo), porque sabemos que este se cruza con el bosque. La opción 3 era la única que no habíamos hecho aún. La elegimos, medio que la elegí yo y accedieron. Fue increíble. Las vistas de ese sendero son fantásticas. Bosque, acantilados, cornisa, playa, cuevas, zona residencial escondida, casas abandonadas, túneles de árboles, mar. Hermoso. El cansancio se acumulaba, no estábamos llegando a ningún lado, el camino seguía y seguía. Nos detuvimos a ver el mapa en el gps. Aún estábamos muy lejos del bosque. Hicimos una parada para descansar y yo troté hasta un bosque chico que acabábamos de pasar. Volví con el reporte, estaba bien para acampar. Pero el consenso general era seguir el camino hasta el nuestro por miedo a que sea propiedad privada. Avanzamos siguiendo las flechas hasta que dijimos basta y recurrimos al método más directo y, a mi parecer, el más divertido. Nos paramos en la playa, con la brújula apuntamos al bosque y caminamos en línea recta. Podríamos haber bordeado la colina, pero eso no es línea recta, ¿verdad? Claro que no. Subirla nos costó bastante, se nos agotaba el aire y la energía, cada meseta parecía ser la cima pero no, ni siquiera era la mitad del ascenso. Tampoco fue tan grave, nos tomó 15 minutos subirla. Lo que nos daba ánimos era detenernos a cada ratito y admirar como mejoraba la vista a cada paso al voltearnos. Desde la cima vimos el campo de golf y detrás de este nuestro hotel (el bosque). Después de tres horas y media caminando llegamos, buscamos el mejor lugar para armar la carpa, yo me puse a eso, Vinícius se puso con el fuego y Vinny ayudó alternativamente en ambas tareas. Hacía tanto frío que me costaba desatar los nudos de los tirantes de la carpa nueva, había perdido movilidad. Metí todo dentro, extendí las bolsas de dormir, acomodé las mochilas, y saqué la hornalla y la comida. El fuego estaba lindo, acogedor y hambriento. Lo tuvimos que alimentar mucho, por suerte teníamos un bosque entero, aunque muchas ramas estaban mojadas. Asamos malvaviscos clavados en ramitas y hervimos agua en la cacerola. La cena fueron fideos instantáneos Knor, estaban muy ricos. Después le entramos a las mandarinas. Cada paso que nos alejábamos del fuego la naturaleza nos recordaba el terrible frío que hacía afuera. Impresionante. En ese momento los tres teníamos puestos dos pantalones, remera, buzo y campera, pero el frío seguía ahí. 
Asando malvavicos
Se hizo tarde y nos fuimos a dormir, apagamos el fuego con pis, agua y pisándolo, algunas brazas quedaron, se las encomendamos al rocío y a la baja temperatura del bosque húmedo. Vinny, que ya estaba en la carpa, me había robado el lugar, Vinícius se quedó en el suyo y a mí me tocó el medio. Me metí en la bolsa sin la campera. A la media hora me la volví a poner. A la hora estaba temblando y me puse un segundo par de medias. Mi cuerpo estaba bien soportando la temperatura, tenía exceso de abrigo y el mosquitero incorporado de la bolsa me filtraba el aire generando un microclima calentito alrededor de mi cabeza, pero mis pies no, por alguna razón seguían helados. Los sentí como hielo, tan frío que me recorrió todo el cuerpo otra vez y empecé a temblar. Ya no había más opciones, no podía abrigarme más, comprobé no tener los pies o medias mojadas, no, era solo mucho frío.

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