Dublín 26,27/03 – acampando en Howth
Sábado 26: distraído
Promesa de día
agitado. Más o menos lo fue. Trabajé desde la mañana, el lavavajillas quedó de
adorno porque no estábamos seguros si funcionaba o no, y Phil, quien nos daría
el viso bueno, estaba muy ocupado. En el almuerzo bajé muchas veces al sótano a
buscar cosas porque me las seguía olvidando. Quemé un par de sánguches en la
salamandra, unos huevos y algunas tostadas. No fue tan grave, las predicciones
de un día complicado no fueron tales. Me quedé hasta el final. Estoy haciendo
la mayor cantidad de horas posibles.
Bran me
respondió al pedido de una bolsa de dormir casi a último momento, yo ya tenía
la mía. Pero la fui a buscar hasta el reloj de Heineken para que la use Vinny. Para
eso dejé la cocina cerrada y semi-limpia unos minutos. Volví con la bolsa,
terminé de limpiar y volví a casa escuchando música. Cuando entré a la pieza vi
mi bolsa en el suelo, pensé en el campamento, pensé en los tres durmiendo en la
carpa y pensé en la bolsa de dormir que me olvidé en el bar. Qué momento.
Acababa de llegar y tenía que volver a hacer el mismo camino otra vez. Si no la
recogía en ese momento ya no iba a ser posible después. Vinny terminó de cenar
y me acompañó. Nos cagamos de frío y el viento nos volaba. Finalmente en la
casa calentitos y con la bolsa me duché y a dormir.
Domingo 27: ceremonia
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Los aventureros |
Otro gran día.
Primero a las 9:30 llegó Tomo a visitarnos. Con él y Vinícius fuimos al evento
por el levantamiento en armas de pascuas, cuando hace 100 el pueblo irlandés
inició la revolución para independizarse del imperio británico. Cargué la
mochila con agua y tres sánguches de bife trozado, como los que hacemos en el
bar. Me gustó. Estos actos me generan empatía. No suelo asistir, pero cuando lo
hago me estremece un poco. Después vuelvo a casa y vuelo a pensar en el trasfondo filosófico y la
incoherencia del asunto en general y se me pasa. Estaban todas las
personalidades políticas, un desfile militar de todos los cuerpos, héroes de
guerra y ni una palabra sobre Jesús o el catolicismo, la iglesia o ninguna
religión. Ellos tienen algo más importante para recordar. Esto me mostró las
prioridades de la gente. La religión no está en la cima.
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El camino violeta |
Caminando a la
casa, ya en Philsboro, nuestro barrio, vimos otro desfile militar organizado
por los vecinos. En la casa nos preparamos para el campamento, lo sacamos a
Vinny de la cueva y Tomo nos sacó la foto del inicio de la aventura en la
puerta de la casa. Salimos los tres con tres bolsas de dormir, una carpa, ropa
y comida.
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La cena |
Las calles
seguían cortadas. Fue increíble ver cómo, a pesar de ser una ciudad capital,
cerraron las calles principales desde el jueves. Fuimos hasta la parada del
micro, pero no había señales de que llegue uno pronto. Fuimos a Connolly
Station y nos tomaos el tren a Howth. Estábamos algo cansados, los chicos un
poco más que yo. Queríamos llegar al bosque que tanto nos había gustado la
última vez con Vinícius. Había tres formas de llegar: ir directamente por el
camino del castillo; hacer el camino común, tomar la senda roja y volver a
doblar a la izquierda en la flecha que indica la derecha casi al final; o hacer
el camino púrpura (el más largo), porque sabemos que este se cruza con el
bosque. La opción 3 era la única que no habíamos hecho aún. La elegimos, medio
que la elegí yo y accedieron. Fue increíble. Las vistas de ese sendero son
fantásticas. Bosque, acantilados, cornisa, playa, cuevas, zona residencial
escondida, casas abandonadas, túneles de árboles, mar. Hermoso. El cansancio se
acumulaba, no estábamos llegando a ningún lado, el camino seguía y seguía. Nos
detuvimos a ver el mapa en el gps. Aún estábamos muy lejos del bosque. Hicimos
una parada para descansar y yo troté hasta un bosque chico que acabábamos de
pasar. Volví con el reporte, estaba bien para acampar. Pero el consenso general
era seguir el camino hasta el nuestro por miedo a que sea propiedad privada. Avanzamos
siguiendo las flechas hasta que dijimos basta y recurrimos al método más
directo y, a mi parecer, el más divertido. Nos paramos en la playa, con la
brújula apuntamos al bosque y caminamos en línea recta. Podríamos haber
bordeado la colina, pero eso no es línea recta, ¿verdad? Claro que no. Subirla
nos costó bastante, se nos agotaba el aire y la energía, cada meseta parecía
ser la cima pero no, ni siquiera era la mitad del ascenso. Tampoco fue tan
grave, nos tomó 15 minutos subirla. Lo que nos daba ánimos era detenernos a
cada ratito y admirar como mejoraba la vista a cada paso al voltearnos. Desde
la cima vimos el campo de golf y detrás de este nuestro hotel (el bosque).
Después de tres horas y media caminando llegamos, buscamos el mejor lugar para
armar la carpa, yo me puse a eso, Vinícius se puso con el fuego y Vinny ayudó
alternativamente en ambas tareas. Hacía tanto frío que me costaba desatar los
nudos de los tirantes de la carpa nueva, había perdido movilidad. Metí todo
dentro, extendí las bolsas de dormir, acomodé las mochilas, y saqué la hornalla
y la comida. El fuego estaba lindo, acogedor y hambriento. Lo tuvimos que
alimentar mucho, por suerte teníamos un bosque entero, aunque muchas ramas
estaban mojadas. Asamos malvaviscos clavados en ramitas y hervimos agua en la
cacerola. La cena fueron fideos instantáneos Knor, estaban muy ricos. Después
le entramos a las mandarinas. Cada paso que nos alejábamos del fuego la
naturaleza nos recordaba el terrible frío que hacía afuera. Impresionante. En
ese momento los tres teníamos puestos dos pantalones, remera, buzo y campera,
pero el frío seguía ahí.
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Asando malvavicos |
Se hizo tarde y nos fuimos a dormir, apagamos el fuego
con pis, agua y pisándolo, algunas brazas quedaron, se las encomendamos al
rocío y a la baja temperatura del bosque húmedo. Vinny, que ya estaba en la
carpa, me había robado el lugar, Vinícius se quedó en el suyo y a mí me tocó el
medio. Me metí en la bolsa sin la campera. A la media hora me la volví a poner.
A la hora estaba temblando y me puse un segundo par de medias. Mi cuerpo estaba
bien soportando la temperatura, tenía exceso de abrigo y el mosquitero
incorporado de la bolsa me filtraba el aire generando un microclima calentito
alrededor de mi cabeza, pero mis pies no, por alguna razón seguían helados. Los
sentí como hielo, tan frío que me recorrió todo el cuerpo otra vez y empecé a
temblar. Ya no había más opciones, no podía abrigarme más, comprobé no tener
los pies o medias mojadas, no, era solo mucho frío.
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