Dublín 08,09/03 – en contacto con poetas
Martes 08: AETAIKI
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La foto chueca |
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Los tres aventureros |
Tomé cereales
con leche a pesar de que iba a desayunar en el hotel. Llegué a las 9:20,
Ornella seguía durmiendo, la desperté con una llamada de WhatsApp pero me dijo
que espere un rato. Entré la habitación de mi abuelo y charlamos. Hacía cuanto
que no hacíamos eso. Recuerdo los días trabajando en el taller en su casa. A
las 10 bajamos los tres a desayunar, mientras Ornella se preparaba para salir
hicimos sobremesa. Paseamos un buen rato. Primera parada La Casa del Libro de
la esquina, no tenían el libro aún. Fuimos a Gran Vía a comprar un perfume y de
paso preguntamos ahí por el libro otra vez, misma respuesta. Pero averiguamos
donde iba a ser la presentación el lunes. De ahí caminamos hasta el Parque El
Retiro. Nos tocó un día hermoso de mucho sol y fresco. El abuelo quiso caminar
un poco, al final anduvo solo más de 45 minutos en total. Vimos unos botes en el
laguito y nos dieron ganas de remar, pero lo dejamos para otro día cuando
estemos Ornella y yo solos. Fuimos a la casa de cristal donde suelen exponer
arte moderno, estuvo lindo, la casa en sí misma es fantástica. Paramos a
almorzar en un puestito en el parque, nos entraron una mesa para que nos
podamos sentar en sillas y no butacas. El abuelo y yo pedimos pizza y Ornella
una paella. Parece que le cayó mal porque estuvo descompuesta todo el camino
hasta e hotel. Los dejé a los dos ahí, fui al fnac de la calle Callao a buscar
un comic que estoy esperando hace meses, sigue sin aparecer. Me compré un
helado y me lo tomé escuchando a un cantante callejero excelente, cuando
terminé mi postre y lo fui a filmar llegó la policía y lo sacó porque no tenía
permiso, le dejé monedas y volví al depto. Pasé Los Andes, una jamonería para
comprar los regalitos para la casa en Dublín. Me la encontré a la señora que
limpia, charlamos un poco, yo me quedé dormido en el sillón. Justo a tiempo me
desperté y salí para el Dojo. Por WhatsApp coordine la noche y quedamos para
cenar a las 10 en el centro con mi tío, Beto, el abuelo y Ornella.
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En la casa de cristal |
[Vuelta al
tatami Sánchez. Me recibió Josefina, charlamos un poco y entré a cambiarme. La
puerta del Tatami estaba cerrada, nunca la había visto así, parece que en
invierno la cierran durante la clase de niños. Mientras me cambiaba empezó a
llegar gente amiga. Muchos saludos y bienvenidas y un brazo con Isra. Nos
acomodamos en el tatami y llegó el jefe a impartir su clase. Pude notar algunos
cambios en su discurso, no estoy seguro de poder enunciarlos, pero los había.
Volver a la práctica de este estilo también fue un poco como volver a casa, mi
cuerpo recordó esas sensaciones, buenas
sensaciones, como siempre dice Tomás. En la puerta charlé hasta el final
con los chicos y fiel a mi costumbre, me fui último.]
Llegué al
hotel, donde estaban esperándome para la sobremesa, bastante tarde, tan tarde
que ya habían cenado en otro restaurante y la noche estaba por terminar. Todos
ellos con un té, yo me sumé en el mismo espíritu pero con algunas cositas para
picar. Terminamos, nos despedimos y los tres que no nos quedábamos en el hotel
caminamos hasta La Latina. Fresca la noche, y con el cansancio no hablamos mucho.
En el depto comimos algunos Havanna y a dormir.
Miércoles 09: Poesía
Llegó el gran
día, el esperado. Los fui a buscar al hotel otra vez a la mañana. Esta vez sin
resaca de la noche anterior ni mal dormidos, salimos a pasear por las
cercanías. El abuelo quiso ver la Plaza Opera donde la conocimos a Ellia, una
chica que vendía dulces turcos en la feria que hoy no estaba. Volvimos a la
Casa del Libro y había llegado su colección de poesías esa misma mañana, pero
aún no estaba en las estanterías. Le sacamos una foto con su obra en el sector
de poesía. Nos encontramos con el tío en el bar Bodega de La Ardosa, uno de los
mejores en Madrid para tomar Guinness. Se nos sumó Valeria y picamos jamón y
vegetales fritos. De ahí fuimos los cuatro a almorzar a un restaurante muy
lindo. Me llené de más, me comí las sobras de todos. Nos separamos a las 4:30.
Yo volví al departamento, agarré la mochila y al Dojo. Llegué y estaba cerrado,
esperé en la puerta un rato hasta que apareció Roberto a abrir. Qué alegría
volver a verlo.
[Me cambié y
al tatami. La clase en general no fue tan matadora como otras veces, pero al
final en la práctica libre se puso más intensa hasta que Sensei me tomó de uke
y me quedé sin aire en pocos segundos. Pude entrenar con Constanza y varios
aikidokas más con los que tenía ganas de sentir el Aikido. Cuando terminó salí
del salón y me lo crucé a David que estaba entrando a dar la clase de las 7.
Roberto me preguntó de mi experiencia con la práctica, le comenté lo que hice y
me dio su consejo, a la mitad de este llegó Tomás a reemplazar a josefina en la
secretaría y se sumó al consejo. Estuvo muy bien, ya lo escribiré. Tomé agua,
me refresqué y volví al tatami. La clase tampoco fue matadora como las de
enero, puede que el clima caluroso haya ayudado en gran medida. Estuvo muy
buena, sólo tres clases alcanzaron para que mi cuerpo se acuerde de cada
músculo y articulación.]
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Alfonso y el abuelo |
Salí rajando
al terminar de la clase directo a la parada del micro, línea 31 que me lleva de
vuelta a La Latina. Fernando, mi amigo de Madrid que es el único del grupo que
quedó en la ciudad, me dijo que no puede ir al recital por problemas
personales, una lástima. Vacié la mochila y caminé y troté al bar Libertad 8
donde sería el recital. Llegué y me los encontré a Beto y Rodolfo en la puerta,
estaban por empezar. Apareció mi tío con Saray, le veía cara conocida, también
había recitado la última vez que estuvo mi abuelo acá. Esta vez nos presentamos
personalmente. Entramos todos y nos ubicamos, como siempre, mi abuelo en su
silla con su escritorio en el centro del escenario. La familia al fondo, se nos
sumó Alfonso, un amigo y compañero de Aikido. Yo le iba contando de las poesías
y las historias dentro de ellas de mi abuelo. La pasamos muy bien. Recitaron muchos
poetas y cantaron varios cantautores. Al final charlé un poco con Jon, un gran
poeta que también conocí en el último recital. Él y Saray son dos personas que
me hubiera gustado llegar a conocer más el año pasado, y por alguna razón no lo
hice mientras viví en la ciudad. Frente a esta situación me reconforto con las
palabras de Gerry Griffin, que me dijo que hay un momento en la vida de todos
en el que vamos a hacer las cosas que vamos a hacer, o todo en su momento, el
año pasado no fue el momento? Puede ser, de todas formas siento que me hubiera
gustado. Terminó el recital y cerraron el salón trasero. Nos quedamos 45
minutos en el bar charlando y firmando libros, luego empezaron las despedidas,
el chau, hasta la próxima, duró una
hora y cuarto. Pero nos fuimos y bien despedidos. Nos tomamos dos taxis, en uno
mi abuelo, Ornella, mi tío y yo con la mitad de los libros que le tocaban al
autor directo al hotel en Puerta del Sol; en el otro taxi Beto, Urrutia y su
hijo Ramiro fueron al departamento en La Latina a esperarnos. Dejamos a mi
hermana y mi abuelo en el hotel y volvimos al depto, ya sabía lo que se venía,
largas charlas entretenidas con montones de anécdotas, algún que otro palo al
gobierno argentino, y más de un me voy
que sino no duermo nada, cada 30 minutos. Así fue, nos dio hambre, mucha,
todo estaba cerrado, íbamos a llamar a una pizzería pero yo me puse a preparar
lo que había en la heladera, una picada de jamones y quesos, una provoleta al
horno, una pizza y un revuelto de huevo, jamón, queso y tomate. De postre
Havanna, no falla. Ya llenos se fueron los Urrutia, yo lavé y nos acostamos a
las 3:30 más o menos.
Muy bueeenoooo!!! Me encantan las fotos del Parque del Retiro
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