Pasó abril; en
ese mes empecé a trabajar, todas las mañanas era despertarme y ver qué tenían
que decir desde la central; Fermín empezó gimnasio y fútbol, ya estaba muy
entusiasmado y sus frases recurrentes volvieron a nuestro día a día (Mucho, pero muuucho gym); y empecé
Aikido, de a poco me fui incorporando al grupo. Es costumbre después de todas
las clases de los lunes, miércoles y viernes ir a tomar algo a La Muralla, el
bar de Hugo, que está a la vuelta del Dojo. Hay dos personajes que nunca faltan
en estas reuniones, Javi y Felix, son el pilar indispensable de las cañas
posclase. Javi es uno de los alumnos más avanzados de Tomás y siempre tiene una
reflexión aikidoka a flor de piel. Félix es el cantante del grupo, no hay
situación en la que esté él y no se escuche lo escuche protagonizando el
ambiente.
Mayo, nuestro
segundo mes en la bella Madrid. El gps del teléfono hizo (y sigue haciéndolo)
que este se pague solo. Sin eso no hubiera llegado a ningún lado. Si bien ya
tenía la tarjeta metrobus con abono mensual, los tiempos, en la mayoría de los
casos, de caminar y transporte público eran los mismos. Caminando de 4 a 8
horas por día y con metros y buses ocasionales me hice amigo de las calles
madrileñas. Conocí muchos bares y restaurantes; crucé montones de plazas y
algunos parques; hablé con muchos encargados y dueños de locales. Esta gente
tiende a ser habladora, así que si era que querían probar el router, no estaban
seguros, o no les interesaba, me daban un buen discurso. Buena gente. Hubo
excepciones, claro, al menos uno por día me decía que NO en forma seca o
irrespetuosa, como así los había aquellos que me suplicaban disculpas por no
poder atenderme en ese momento porque estaban muy liados.
En el Dojo ya me
estaba haciendo conocer. Este mes incorporé las clases de los martes y jueves
por la noche. Por alguna razón me quedó grabada mi primera clase de martes.
También con Tomás, por ende, las parejas las eligió él. Me puso con Alfonso,
quien luego se convirtió en mi senpai de los martes. El tema de la semana era Yokomen-uchi,
me apuntó varios detalles importantes de la técnica.
Casi a finales de
mes ya me sentía en forma, aguantaba bien las clases y no podía evitar notar
que Ángel hacía doblete, la clase de Roberto a las 8 y en seguida la de Tomás a
las 9. Me dije, yo también puedo. Un buen lunes caí al Dojo a las 8, me dice
Josefina (la mujer de Tomás y secretaria del Dojo), ‘¿Hoy haces la clase de mi hijo?’, las dos le dije y me cambié de
ropas. Resulta que ese día fue uno particularmente caluroso y Roberto dedicó la
clase a la práctica del kokyunage (técnica de lance), nos la pasamos tirándonos
y levantándonos una hora en un ambiente caluroso y pesado. Casi que no termino
la clase. En un momento me maree, me puse pálido y hasta tuve mareo estomacal.
Cuando me quise sentar Vicente me dijo que ese es el momento para seguir,
cuando el cuerpo no da más, le pedís más y superás límites. No conforme con eso
apareció Sensei y se unió a nuestra pareja, nos dedicó una ronda de jiyuwaza
(técnica libre) a cada uno. Terminada la clase no encontraba fuerzas o aire para
mantenerme en pie y levantar los brazos para el kokyu (respiración). Doblando
la hakama no podía concentrarme en las tablas ni las cintas. Salí del tatami
(superficie para la práctica de Aikido) y fui derecho a la ducha. No, no hice
la clase de Tomás, no podía. De camino al depto, en el autobús fui recuperando
el aire de a poco y con oxígeno en el cerebro pensé ‘Voy a superar esto, voy a terminar junio con dobletes tres veces por
semana’. Para mí en ese momento las clases de Roberto representan un desafío
físico que había que vencer.
A todo esto, las
cosas en el depto tenían un nuevo ritmo. Mis mañanas eran para el trabajo y 2 o
3 tardes por semana las compartía con Fermín viendo la serie de turno. En abril
vimos varias películas que tenía Pedro (nuestro primo) almacenadas en su disco
rígido externo. Rápidamente comenzamos a llenarlo de películas y series descargadas
por mí. La cantidad de tiempo por matar era notable y bajé Juego de Tronos, las
primeras 4 temporadas. Las terminamos de ver antes del lanzamiento de la
quinta, esta la vimos en tiempo real con uno o dos días de retraso para esperar
a la máxima calidad descargable. Claro que con un capítulo por semana no
llegábamos al cupo, así que descargué Dragon Ball y puse en cola Dragon Ball Z.
Habiendo sido estos pilares de mi infancia no podía permitir que Fermín no los
haya visto. En el mes de mayo vimos Juego de tronos 5, Dragon Ball, Fullmetal
Alchemist Brotherhood (excelente, éxito rotundo en el depto), Avatar, la
leyenda de Aang, Avatar, la leyenda de Korra y algunas pelis por cable. Claro que Fermín vio la mayoría solo y yo me
sumaba cuando estaba libre, después de todo para mi eran todas repetidas.
Las juntadas. Si
no me equivoco hubo dos este mes. En la primera llegaron los chicos, se presentaron
y nos pusimos a preparar unas pizzas. Al ratito empiezo un Skype con Patricio,
que estaba en Nueva York. Charlamos un buen rato y me quedé dormido. Así que de
esa juntada no puedo hablar mucho, aunque es deducible lo que pasó. En la
segunda estuve más activo. Y hubo una sorpresa POMPI! Se había incorporado
Pompolho al grupo, también compañero de fútbol, brasilero, bueno como él solo.
Esa noche mucha Play, mucho mojito, cuba libre y champagne con Speed (el baratín). Fermín había comido alguna que
otra cosita de más y se descompuso (puede que mi panqueque doble relleno de
Nutella haya influido un poco), esta vez él nos abandonó, súper anfitriones
somos, jaja. Y Pompi, como todo un
caballero civilizado volvió a su casa a un horario razonable. Esta situación
nos dejó a Javi, un poco tomado, Fer, otro poco tomado y yo, totalmente sobrio
y con el mate en la mano a las 4 de la mañana charlando de esto y aquello. En
eso a Fer se le ocurrió elegir entre los tres la mejor canción de la historia.
Javi, el músico del grupo, argumentaba desde su conocimiento técnico, la
influencia sociopolítica de los artistas y sus sensaciones personales con cada
tema. Fer, el apasionado del diálogo y promotor de ese momento, opinaba desde
los recuerdos y las relaciones que tiene arraigados a los diferentes temas, a
la vez que no podía dejar de decirnos cómo quería que le respondamos. Yo, de
pocas palabras, opinaba como Fer, desde los recuerdos arraigados y las
sensaciones que me producen ciertas canciones. La conclusión final fue que
Charly García es lo más grande que hay.
Y con esto me
despido por ahora. Ya entramos en la etapa solos. El tío no vuelve hasta dentro
de un mes y somos los amos y señores. Dos argentinos sueltos en uno de los
barrios más populares y céntricos de Madrid, con un departamento de dos
habitaciones, viendo series a lo loco.
Muy bueeeno!!! Cada vez más entretenidos los relatos.
ResponderEliminarAbraaaaazos
Gracias! Los de Madrid me salen más entretenidos, pasa que ya sé como termina la historia en esos y puedo dibujar un poco más.
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