Vivir no es sólo existir

Hola todos, gracias por leerme y así acompañarme en este viaje. Cuando me fui por primera vez lo pensé como un 'voy y vuelvo'. Algo finito, aunque largo. Hoy veo que estoy viviendo esto y después estaré viviendo otra cosa. Viajo para conocer lugares, costumbres, horarios, comidas, ritmos, gente, calles, Dojos, maestros, compañeros, trenes, redes de metros, culturas.
Hoy el objetivo del viaje, si bien tengo un plan sobre el que improviso, es viajar. Si es posible trabajar en distintas ciudades para, 1) financiar el viaje y 2) entrar bien en el ritmo local, no ser sólo un turista más.
Este texto lo voy a expandir en la entrada 'Inicios y Motivaciones'

martes, 25 de agosto de 2015

017-Londres 22/ago - Qué lindo es el Aikido



22/8 – sábado – amanecer en el monte / recuerdos de Japón

Habíamos quedado en que me llevaba un café a las 8am. Me desperté solo a las 5:30, 6:30 y 7:30. Enrollé la bolsa de dormir y puse a un lado el colchón, luego salí a recorrer los alrededores de la cabaña, esta vez con luz. Es un pequeño paraíso. Rodeando la estructura sólo se ven árboles y en los espacios entre las copas se ve como baja el valle. Justo frente a la puerta hay un manzano y otro árbol frutal. En total son 4 árboles frutales y una planta de frambuesa negra de los que se puede comer, pero ninguno está listo aún en la temporada. En la parte trasera hay una escalera al techo donde hay una pequeña plantación, luego me dijo que iba a ser una huerta, pero a falta de tiempo los hierbajos se apoderaron del espacio.

Volví a entrar y encendí la laptop avancé algunos párrafos más en el texto de Patricio hasta que llegó Anthony puntual a las 8am. Nos tomamos un café cada uno mientras recorríamos lo que yo ya había caminado antes, pero con explicaciones. Su perro, un labrador negro y gordo nos acompañó mientras trataba de cazar ardillas. Me contó de los proyectos que tiene para el lugar. Terminado el café fuimos a su casa, que está a unos 80 metros y cruzando la calle. Antes de entrar me dijo ‘Cuidado con el gremblin’, y me señaló a una señora mayor en camizón sentada en un taburete, con los pies colgando que fumaba un cigarrillo al otro lado de la calle. Esta señora de cuerpo grande y pelo largo y canoso, con una sonrisa sincera y que, graciosamente, se asemejaba  a la de un grenblin, es la madre de Anthony que está de visita unos días.
La entrada a la casa es, en principio, atravesando una puerta de madera que da a un patio/pasillo. Al cruzarla, a la izquierda hay otras dos puertas de madera, la primera es el baño para los huéspedes de la cabaña (también va a  alquilar una habitación rodante que está instalada a unos 40 metros de la cabaña en el mismo predio), es muy pequeño, ya que hace de inodoro, mini lavamanos y almacén de cosas varias, como ser botas, una heladera portátil antigua, y demás. La segunda puerta aún está cerrada, va a ser la ducha para los huéspedes. Dada esta situación, me ofreció ducharme en su casa, así lo hice. Al bajar de vuelta al living me hizo pasar a la cocina y entre un té con desayuno charlamos un poco. Me preparó una especie de waffle instantáneo con manteca y mermelada cacera, esta hecha de uno de los frutos que crecen alrededor de la cabaña. Me contó que como soy su primer huésped y que francamente no se esperaba que nadie fuera a aparecer tan rápido, había muchas cosas que no tenía listas, como la ducha, terminar de cortar el pasto alrededor de las viviendas, acomodar la maderas que le sobraron de otros proyectos que están almacenadas a la vista, vaciar el almacén que es baño para que sea sólo lo segundo, etc. La idea de hospedar gente le surgió porque una vez se aparecieron dos ciclistas con cara de perdidos frente a su casa, estaban atravesando un sector del país y tenían que hacer noche en Telford; la cabaña no estaba 10 puntos, pero sí habitable, les ofreció quedarse y les llevó café por la mañana. Luego se dijo, ’¿Por qué no?’, y se puso manos a la obra. Con el alquiler de más y más gente va a convertir esa cabaña y el remolque en un retiro. El próximo paso es comprar hamacas para dormir.


No sólo se ofreció a irme a buscar anoche a la estación, sino que también a llevarme hoy al centro donde sería el seminario. Estudiamos el mapa un poco, cuando lo encontró vio que era fácil llegar. Hace tiempo él solía ir a jugar Squash ahí. Antes de salir a la ruta paramos en un mercado donde él compró leche y yo provisiones para el curso, un jugo, 3 bananas y un paquete de galletitas. El camino es bellísimo, la ruta avanza entre bosque y campo, cuando llegamos al predio (Lilleshal National Sports and Conferencing Centre), la vista cambió, entramos en una especie de Country Privado, sólo que es de acceso público, muy bien cuidado y muy lindo, también gigante. Por suerte los aikidokas somos fáciles de encontrar. En un polideportivo apartado de los edificios antiguos y decorados estaba lleno de hakamas y fundas de armas caminando y haciendo filas. Bajé del auto y nos despedimos hasta la noche.

Recordaba que me dijeron cuando pregunté por Facebook que necesitaba un seguro médico para practicar artes marciales, y que si no tenía que hable con Sue para que me venda uno. Sue no estaba afuera, en la mesa de pre-inscripciones mostré mi número de reserva y me dejaron entrar, antes que pregunta nada varios practicantes con keikogi que llevaban puesto un chaleco de visibilidad con las iniciales de la escuela impresas (UKA), me apuntaron la dirección de los vestuarios. En el camino estaba la mesa para que te firmen el pasaporte de Aikido, cada vez que me lo firman me acuerdo de lo que nos dijo Daniel Sensei cuando nos dio el argentino, ‘Ahora hay que mancharlo’. Me cambié de ropa y bajé al tatami. Debe ser el más grande en el que he estado. Se compara con el de la Koshikai en el Club Platense de Vicente López. Ya que era un seminario internacional recorrí el área buscando caras conocidas, pero no había nadie. Curiosamente al que mejor conocía era a Waka-Sensei.

-nota aclaratoria: Mitsuteru Ueshiba es el bisnieto del fundador del Aikido, también se lo conoce como Waka Sensei (el segundo, refiriéndose a que es el segundo después de su padre, que es Doshu, el referente mundial de la línea original del Aikido). Este año, Waka Sensei fue nombrado Hombu Dojo Cho (jefe del Dojo central)-

Cuando estábamos todos sentados esperando a Sensei, este apareció por el lado habitual del tatami que le corresponde al instructor de la clase. La última vez que lo había visto fue en julio en Japón, en una de sus clases en Hombu Dojo. Al estar en un seminario aniversario recordé el número 20 de la Korea Aikido Federation, también impartido por él. En ese curso, al que asistí acompañando a Igarashi Sensei y el matrimonio Yutani (amigos y compañeros de Dojo que hice en Japón), compartí varios días con él. Fue bueno volver a verlo, además me sirve de entrenamiento para cuando lo vea en Helsinki el mes que viene.

Las primeras dos clases fueron antes del almuerzo, con un descanso de 15 minutos entre ellas. Mi cuerpo hacía tiempo que no entrenaba el estilo de Tokio y al menos un mes que no tenía clases regulares. Sólo el recuerdo de una del estilo Iwama dos semanas atrás. Me dolió un poco, se me resintieron los músculos y me dolieron las articulaciones. En el descanso para almorzar fui al bar y compré un sánguche de atún y un té caliente, a eso le sumé una de las bananas y algunas de las galletitas (eran de las que combinan perfectamente con el English Breakfast Tea). De vuelta en el tatami me sentía mucho mejor, me faltaba comida. Para mi sorpresa, la tercer clase la impartió Kobayashi Shihan de Hombu Dojo, él era uno de mis favoritos el año pasado. Parece que visita en Reino Unido hace 16 años.

Cuando empezó la tercera clase me vino un recuerdo de Japón. Estaba rodeado de hakamas, mi keikogi estaba húmedo de transpiración pero no olía a eso, sino a humedad fresca, que se mezclaba con el olor a la tela de mi hakama que, a pesar de haberla lavado y ahora estar algo sudada, mantenía su olor original. También la sensación del cuerpo, podía sentir muchos de mis músculos quejándose, si los tensaba o si los elongaba, igual no les gustaba, pero, como en Hombu, si estoy en la clase hago la clase, entré en calor y se pasó. Después, como dijo Tomás Sánchez, si uno se concentra en la propuesta del maestro las dolencias desaparecen.

En el día de hoy las 3 clases de Waka Sensei fueron un despliegue de técnicas básicas con el objetivo de marcar dos conceptos elementales inherentes en toda práctica del Aikido. Me encantaría dar detalles de esto pero sé que a la mayoría no le va a interesar, así que si algún lector aikidoka quiere charlar de los detalles escríbame por privado. Finalizada la jornada hicimos la foto grupal y sesión de fotos de grupos. Yo quise meterme pero me dijeron que estaban buscando evitar fotos individuales, en ese momento Sensei Barbara Sotowicz de Bloomsbury Dojo en Londres me invitó a unirme a su foto grupal, ella llevaba 2 alumnos, así que ayudé a hacer número. Cuando me ubicaron detrás de Waka Sensei y su uke, a quién también conocí en Hombu, el primero se volteó para verme bien y con la mejor cara de sorpresa que solo los japoneses pueden hacer soltó un ‘Ara?!’. Esa sencilla expresión me valió el viaje a Telford. Le dije en el japonés rústico que me quedaba en la memoria que nos habíamos visto en Corea, asintió. Mientras me levantaba para dejar paso al siguiente grupo le dije que nos volveríamos a ver en Finlandia ‘Finrando moo?’.

Doblé la hakama junto a Sensei Barbara, charlamos de su Dojo en Central London, y quedé en ir a visitar cuando ella vuelva, entre 18 y el 23 de septiembre. Me quedé estirando un poco para aflojar y fui a las duchas. Terminé último y cuando salí del polideportivo sólo quedaban dentro 3 organizadores ultimando detalles para cerrar las puertas, está en mi eso de irme último del Dojo. Mi plan en ese momento era conseguir que alguien me acerque a Telford, pero ya no había aikidokas a la vista, caminé en dirección a la ruta e hice dedo, me ignoraron 4 autos y un paró pero iba para el otro lado. Volví a la recepción a pedir un taxi. Me costó 14 libras llegar al hotel donde sería la cena conmemorativa. Me consolé diciéndome que podría haber pagado eso desde mi alojamiento 4 veces en el fin de semana y que podría estar durmiendo por el triple de lo que estoy pagando, así que un taxi es aceptable. En el momento en que arrancamos se largó a llover con fuerza, parece que la lluvia estaba esperando a que me ponga a cubierto. Mi intención era ir al centro, comprar unos zapatos decentes y baratos e ir a la cena, ya que especificaban que era Elegante Sport. No hice a tiempo, cuando salí del predio ya habían cerrado las prendas.
Llegué al hotel muy temprano. Usé el baño para cambiarme la camisa por una más presentable y me senté en un banco afuera a leer. Vi como varios aikidokas iban y venían buscando el lugar de la cena. Cuando volvió la lluvia entré al bar y me senté junto a una madre y su hijo. Son de Liverpool llegaron en su auto que lo cruzaron en un ferri. Él tiene 15 años y entrena dos veces por semana con uno de los Shihanes más importantes de Inglaterra, el no sabía eso, pero luego en la cena me lo informaron. El bar era la antesala un piso más abajo del lugar del bufet, me dolía un poco la garganta así que me pedí un café con leche. La lluvia redobló. Cayó tanta agua que la antigua construcción que nos albergaba se empezó a inundar. Los mozos corrieron para todos lados, algunos apuraron los preparativos del segundo piso y otros luchaban fútilmente contra la corriente inagotable de agua que entraba por la puerta principal. Nos dirigieron a todos a arriba. Mientras esperábamos que llegara el resto de los comensales y los maestros, el entretenimiento era ver por la ventana qué hacían los mozos contra el pequeño río. En nuestra mesa se sentó el grupo de Holanda. A mi lado se me puso Sensei Peter Lagerwaard de Ultrecht, 6to dan. Al escuchar mi historia resumida me recomendó con toda la humildad del mundo los diferentes maestros que podía visitar, entre ellos estaban Sensei Terry Ezra, de Komyokan Dojo en Liverpool y Sensei Wilko Vriesman de Ámsterdam.

Al bufet lo ordenaron para evitar revoleo de gente. Mesa por mesa nos fuimos levantando para servirnos. Nos tomó un buen rato pero nos llenamos todos. Mientras levantaban los platos yo esperaba un postre, café o un algo para después de la comida. Nos pusieron una botella de vino tinto y una de blanco. Yo estaba muy cansado. Si no me alimentan a esa hora me dormía. En eso Waka Sensei se paseó por las mesas compartiendo el vino blanco que le habían regalado, Kanpai por todas partes. La familia de Liverpool se fue al hotel y, como yo no estaba hablando, todos los demás se pusieron a hablar en holandés, de vez en cuando me decían algo en inglés, yo ya estaba perdiendo un poco la voz a causa del frío, la humedad y tomar mucha agua. Me despedí y bajé a la recepción para pedir un taxi. Esta vez el trayecto era mucho más corto. Fui directamente a la casa de Anthony donde pusimos mi ropa a lavar, su máquina también seca al calor, así que me vino muy bien. Té de por medio charlamos un rato y me fui a la cabaña. Quise corregir algo del texto, pero no pude. 
A dormir se ha dicho.

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