Vivir no es sólo existir

Hola todos, gracias por leerme y así acompañarme en este viaje. Cuando me fui por primera vez lo pensé como un 'voy y vuelvo'. Algo finito, aunque largo. Hoy veo que estoy viviendo esto y después estaré viviendo otra cosa. Viajo para conocer lugares, costumbres, horarios, comidas, ritmos, gente, calles, Dojos, maestros, compañeros, trenes, redes de metros, culturas.
Hoy el objetivo del viaje, si bien tengo un plan sobre el que improviso, es viajar. Si es posible trabajar en distintas ciudades para, 1) financiar el viaje y 2) entrar bien en el ritmo local, no ser sólo un turista más.
Este texto lo voy a expandir en la entrada 'Inicios y Motivaciones'

martes, 5 de abril de 2016

108-Dublín 06~07/mar - el gran reencuentro




Dublín 06,07/03 – de vuelta en Madrid

Domingo 06: Madrid
A las 12:30 llegó Vinícius, se había juntado con amigos y habían charlado un buen rato. Yo me estaba terminando un café negro, a veces me dan ganas. Tenía tiempo, y él estaba de ánimos para reflexionar sobre las charlas que tuvo. Nos sentamos a la mesa con un té cada uno. Él y yo estamos cambiando la forma de ver el mundo, lo analizamos y lo estudiamos. Siempre desde el comportamiento humano, el individualismo, las normas sociales, el funcionamiento del sistema y su influencia en las opciones entre las que optan los libres. Que no son tales, ya que estas opciones las genera el sistema y con ellas la ilusión de la libertad de acción, ya hondaré en un texto específico. La cosa es que estos amigos con los que estuvo charlando, según su concepción, están más avanzados que nosotros en este análisis, ven las cosas tanto más distintas que lo que muestra el sistema que él las consideró algo descabelladas. Una de las conclusiones es que hay que rodearse de gente más inteligente que un para progresar. Me gusta esa idea, lo que no me termina de convencer es esta forma de abordar el tema con escalafones. Ellos están más abiertos de mente que nosotros, y nosotros más que el común de la gente que sigue el sistema y sin darse cuenta que son ovejas de corral. No me gusta ver las cosas así, no me gusta ponerme a mí por encima de nadie ni poner a nadie encima de mí. Debo reconocer que lo he sentido así. Una cosa que me vino a la mente fue The Matrix y las tres situaciones posibles con la elección de las píldoras. En la película Morfeo le ofrece a Neo una elección: tomar la píldora roja para quedarse despierto, afrontar la realidad y reformular tus creencias, o tomar la azul y olvidarte de la verdad para seguir viviendo en el mundo sencillo de la fantasía controlado por otros. Las posibilidades son arriesgarse a tomar la roja, buscar el camino fácil y tomar la azul, o nunca haber conocido a Morfeo, y por ende vivir en la fantasía sin siquiera saber de la existencia de otra realidad.
Aquí otro tema para profundizar.

A las 2am Vinícius entró a ducharse y yo salí a la calle con la mochila cargada. El teléfono se está cargando muy lento, estaba a al 33% cuando llegué a la casa y 4 horas después apenas tenía el 50%, no sé que le andará pasando a la batería. Lo usé lo menos posible. Caminé de memoria para no usar los datos, pero cuando no estuve seguro lo encendí y me ubiqué, no estaba errado de camino, pero había elegido uno mucho más largo, volví sobre mis pasos y retomé el camino corto. A la hora me comí un burrito. Iba escuchando música, con la idea de llegar al aeropuerto y cargar el teléfono. Otra vez entré por la terminal 2 y caminé por dentro hasta la terminal 1. Nada que despachar, el boleto de embarque y el pasaporte en la mano, fui directamente a las puertas. Quise entrar al VIP pero estaba cerrado, esperé media hora a que abra mientras me comí el segundo burrito. Entré, cargué el teléfono, me tomé un café con leche y vi un capítulo de Dragon Ball Super. Iba a dormir una siesta, pero no tenía mucho tiempo.
Los escudos de AUA
El abordaje empezó 20 minutos tarde, cuando finalmente subimos el avión se demoró una hora, una hora que nos tuvieron sentados sin despegar esperando que aclare el clima en Francia. Dos horas de vuelo después aterrizamos en Barajas, el aeropuerto internacional de Madrid. Durante el vuelo le cambié el chip al teléfono, le puse el de Tuenti otra vez, el que usé cuando viví en España. Salí sin problemas y me estaba esperando mi tío, ya es una costumbre recibirnos en los aeropuertos. Nos tomamos un taxi a su departamento. Otra vez en la calle Almendro, qué lindo! Dejé mi equipaje en la pieza, me dio la llave de la puerta de calle y salimos a comer algo. El Tempranillo estaba cerrado, no lo podíamos creer. Fuimos a otro con buenos pinchos y nos dormimos una siesta. Antes usé una tijera de uñas para descocerle los escudos de Aikido Unión Argentina al keikogi que tenía guardado en el ropero, lo dejé los más liso posible para las clases. Como me enseñaron hace tiempo, donde vayas haz lo que vieras, hablando de ir a clases con distintos maestros. A Tomás Sánchez no le gustan los adornos en la ropa de práctica, el Aikido es una arte marcial puro y esa pureza se debe representar en la vestimenta. Hakama lisa con tu nombre y chaqueta blanca sin escudos.
A las 4 mi tío se fue a lo de Javi a ver el partido, yo me sumé a las 5:15, dormí un poco más, seguía pasado de rosca por el poco sueño de anoche (una hora entrecortada en el avión). Cenamos croquetas, excelentes. Volvimos a pasar por el tempranillo a ver si estaba abierto y no, seguía cerrado. Nos preguntamos si no trabajan los domingos, no puede ser. En el depto nos tiramos en el sillón a ver una peli. Vimos Trumbo, una biográfica de la vida de Dalton Trumbo, famoso guionista de Espartaco y tantos otros éxitos de la época. Buenísima, muestra como los trataban a los comunistas en Estados Unidos, lo cerrados de mente que eran, me recordó a Heredarás el viento, donde enjuician a un profesor de secundaria por enseñar la teoría de la evolución. Nos gustó tanto que no nos dormimos.
A las 10 salimos a buscar más comida. El Tempranillo estaba abierto y nos dijeron que los horarios son de 1 a 4 y de 6 a 12. Las dos veces que pasamos antes no cabían en ese cronograma. La pasamos muy bien charlando con el mesero amigo y comiendo excelentes platos españoles. Fuimos a tomar un helado al lado pero ya no vendían más, una tristeza. Fuimos a los chinos a comprar galletitas dulces, chocolate y rollo de cocina. Mi tío no llegó a probar nada que se durmió, yo sí, me comí un pedazo de chocolate con un café de máquina. Organicé mi ropa en el mueble, encontré mi tarjeta de metrobus y la puse en la billetera, ordené un poco y a dormir. Me siento muy bien, no estoy en casa, pero viví en este departamento, en este barrio y caminé por las calles de la vieja Madrid por cuatro meses. Es como estar en casa. Los colores, la calidad del aire seco, los olores de las calles, los restaurantes, los centros comerciales y los de la casa. Todo me recuerda a mi vida aquí. Cuando caminamos tanto una ciudad la hacemos propia, aunque me siga perdiendo.


Lunes 07: Reencuentro
Arriba solito a las 8:30, como me lo esperaba. Mientras preparé la mochila para Aikido y dejé todo listo para que Beto duerma en la cama esta noche, porque estoy de invitado me toca el colchón inflable, que está buenísimo igual, me tomé un café con galletitas. En la alacena había una caja enorme de cereales que estaban próximos a vencer, salí a comprar leche, de paso a recargar la tarjeta metrobus y a comprar crédito para el teléfono. Ambos actos fallidos. La tarjeta solo se puede cargar con abonos mensuales, la otra opción era comprar un boleto de 10 viajes que seguía siendo más caro que pagar cada vez. Ya que solo viajaría 4 veces. Me bajé la aplicación de Tuenti otra vez y resulta que tenía 12 euros de crédito, no los había comprado y no podía ser posible que sigan en la cuenta después de 8 meses de no usar la tarjeta sim, además no recuerdo que me sobrara tanto. Bueno, sea como sea estaba hecho, le cargué el abono más barato posible, 7 euros, 1gb de datos con 4G. Excelente, es ingastable eso para los 4 días que voy a estar acá. Volví al depto y nos estábamos alistando. Quise usar una de las laptops para escribir, así no me desactualizaba tanto como la última vez, pero dos no se podían usar y la otra tenía contraseña, que ni mi tío ni mi primo se acordaban.
Nos fuimos, agarramos su auto, que ahora logró estacionarlo en la cochera en frente del depto, pasamos por la Editorial Frida, donde editaron el libro del abuelo y nos llevamos tres copias al aeropuerto. En el camino me contó con más detalle el asunto. No se lo editaron como el que hizo en La Plata, que mi tío pagó por todo y mi abuelo regaló los libros a sus amigos. Acá le mostraron los escritos de mi abuelo a la editorial y al jefe le gustó, editó el libro, imprimió 500 ejemplares y los puso a la venta en La Casa del Libro y en los centros comerciales de Madrid, le gustó de verdad.
En Barajas estuvimos con mi tío un buen rato esperando que salgan mi hermana y mi abuelo. Estaban con la silla de ruedas, así que sabíamos que iban a salir últimos, pero no una hora y media después del aterrizaje. Parece que estaban cortos de personal y los demoraron mucho. Salieron últimos. En la espera no sabíamos qué pasaba. Fuimos a informes y no nos podían dar información de pasajeros, pensé en ir a la policía a preguntar si los habían demorado, pero justo antes de ir mi tío habló con una señora en silla de ruedas que había compartido espera con el abuelo. Salieron, casi solos caminaron alrededor del pasillo, atrás los seguía un muchacho con las valijotas. Qué alegría volver a verlos. Ornella estaba mucho más flaca, pero no tanto como se ve en sus fotos por suerte. Nos dimos un abrazo muy fuerte, y otro con el abuelo, que fue más difícil por la silla. Caminamos hasta el auto, en el camino le dimos el libro y se puso a estudiarlo. La primera reacción fue muy agradecida. Pero pronto se puso a lo suyo y encontró dos cosas que hubiera hecho distinto. El tío nos dejó cerca de La Puerta del Sol y volvió al depto a dejar el auto, nos encontraríamos en El Lizarrán, un restaurante de pinchos. Vacié mi mochila que estaba llena de cosas para mandar a Argentina en la valija del abuelo. Salimos los tres con la súper silla de ruedas que cordialmente le dejé llevar a Ornella. El tío se nos sumó y comimos muchos pinchos. Se demoró porque Beto había vuelto de un día de gira y tenía noticias. Durante la cena el tío organizó las tarjetas sim y le dio un número al abuelo y otro a Ornella.
Lo dejamos al abuelo en el hotel y salimos a pasear los tres. Entramos en La Veneciana, un bar antiquísimo con olor a madera, ahí nos alcanzó Ismael, que también volvió hoy de la gira pero no estaba tan cansado. Nos llevó al Bar Las Bravas, donde se supone se hizo la receta de la salsa brava por primera vez. Estaba muy rica ciertamente. Seguimos dando vueltas hasta encontrarnos con Joaquín un amigo gran conocedor de bares, en la Plaza Santa Ana, una que recorrí mucho cuando trabajaba con los routers. Nos metimos en uno de los bares recurrentes de este grupo en busca de mojitos, no les quedaba hierba buena, se tomaron una caipiriña. Nos encontramos con más gente conocida. Nosotros tres nos fuimos temprano y los dejamos al resto en el bar. Nos despedimos de Ornella en el hotel, quedé con ella que a las 9:00 desayunábamos y caminamos el tío y yo al depto. Ese recorrido que antes parecía medio largo ahora es corto comparado con la caminata al trabajo en Dublín. Beto estaba despierto, charlamos un poquito, comimos algunos Havanna, que me trajo Ornella de parte de mi papá junto con un tarro de dulce de leche, y a dormir.

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