Vivir no es sólo existir

Hola todos, gracias por leerme y así acompañarme en este viaje. Cuando me fui por primera vez lo pensé como un 'voy y vuelvo'. Algo finito, aunque largo. Hoy veo que estoy viviendo esto y después estaré viviendo otra cosa. Viajo para conocer lugares, costumbres, horarios, comidas, ritmos, gente, calles, Dojos, maestros, compañeros, trenes, redes de metros, culturas.
Hoy el objetivo del viaje, si bien tengo un plan sobre el que improviso, es viajar. Si es posible trabajar en distintas ciudades para, 1) financiar el viaje y 2) entrar bien en el ritmo local, no ser sólo un turista más.
Este texto lo voy a expandir en la entrada 'Inicios y Motivaciones'

miércoles, 6 de abril de 2016

109-Dublín 08~09/mar - buenas prácticas, buena poesía



Dublín 08,09/03 – en contacto con poetas

Martes 08: AETAIKI

La foto chueca
Los tres aventureros
Tomé cereales con leche a pesar de que iba a desayunar en el hotel. Llegué a las 9:20, Ornella seguía durmiendo, la desperté con una llamada de WhatsApp pero me dijo que espere un rato. Entré la habitación de mi abuelo y charlamos. Hacía cuanto que no hacíamos eso. Recuerdo los días trabajando en el taller en su casa. A las 10 bajamos los tres a desayunar, mientras Ornella se preparaba para salir hicimos sobremesa. Paseamos un buen rato. Primera parada La Casa del Libro de la esquina, no tenían el libro aún. Fuimos a Gran Vía a comprar un perfume y de paso preguntamos ahí por el libro otra vez, misma respuesta. Pero averiguamos donde iba a ser la presentación el lunes. De ahí caminamos hasta el Parque El Retiro. Nos tocó un día hermoso de mucho sol y fresco. El abuelo quiso caminar un poco, al final anduvo solo más de 45 minutos en total. Vimos unos botes en el laguito y nos dieron ganas de remar, pero lo dejamos para otro día cuando estemos Ornella y yo solos. Fuimos a la casa de cristal donde suelen exponer arte moderno, estuvo lindo, la casa en sí misma es fantástica. Paramos a almorzar en un puestito en el parque, nos entraron una mesa para que nos podamos sentar en sillas y no butacas. El abuelo y yo pedimos pizza y Ornella una paella. Parece que le cayó mal porque estuvo descompuesta todo el camino hasta e hotel. Los dejé a los dos ahí, fui al fnac de la calle Callao a buscar un comic que estoy esperando hace meses, sigue sin aparecer. Me compré un helado y me lo tomé escuchando a un cantante callejero excelente, cuando terminé mi postre y lo fui a filmar llegó la policía y lo sacó porque no tenía permiso, le dejé monedas y volví al depto. Pasé Los Andes, una jamonería para comprar los regalitos para la casa en Dublín. Me la encontré a la señora que limpia, charlamos un poco, yo me quedé dormido en el sillón. Justo a tiempo me desperté y salí para el Dojo. Por WhatsApp coordine la noche y quedamos para cenar a las 10 en el centro con mi tío, Beto, el abuelo y Ornella.

En la casa de cristal
[Vuelta al tatami Sánchez. Me recibió Josefina, charlamos un poco y entré a cambiarme. La puerta del Tatami estaba cerrada, nunca la había visto así, parece que en invierno la cierran durante la clase de niños. Mientras me cambiaba empezó a llegar gente amiga. Muchos saludos y bienvenidas y un brazo con Isra. Nos acomodamos en el tatami y llegó el jefe a impartir su clase. Pude notar algunos cambios en su discurso, no estoy seguro de poder enunciarlos, pero los había. Volver a la práctica de este estilo también fue un poco como volver a casa, mi cuerpo recordó esas sensaciones, buenas sensaciones, como siempre dice Tomás. En la puerta charlé hasta el final con los chicos y fiel a mi costumbre, me fui último.]

Llegué al hotel, donde estaban esperándome para la sobremesa, bastante tarde, tan tarde que ya habían cenado en otro restaurante y la noche estaba por terminar. Todos ellos con un té, yo me sumé en el mismo espíritu pero con algunas cositas para picar. Terminamos, nos despedimos y los tres que no nos quedábamos en el hotel caminamos hasta La Latina. Fresca la noche, y con el cansancio no hablamos mucho. En el depto comimos algunos Havanna y a dormir.




Miércoles 09: Poesía
Llegó el gran día, el esperado. Los fui a buscar al hotel otra vez a la mañana. Esta vez sin resaca de la noche anterior ni mal dormidos, salimos a pasear por las cercanías. El abuelo quiso ver la Plaza Opera donde la conocimos a Ellia, una chica que vendía dulces turcos en la feria que hoy no estaba. Volvimos a la Casa del Libro y había llegado su colección de poesías esa misma mañana, pero aún no estaba en las estanterías. Le sacamos una foto con su obra en el sector de poesía. Nos encontramos con el tío en el bar Bodega de La Ardosa, uno de los mejores en Madrid para tomar Guinness. Se nos sumó Valeria y picamos jamón y vegetales fritos. De ahí fuimos los cuatro a almorzar a un restaurante muy lindo. Me llené de más, me comí las sobras de todos. Nos separamos a las 4:30. Yo volví al departamento, agarré la mochila y al Dojo. Llegué y estaba cerrado, esperé en la puerta un rato hasta que apareció Roberto a abrir. Qué alegría volver a verlo.

[Me cambié y al tatami. La clase en general no fue tan matadora como otras veces, pero al final en la práctica libre se puso más intensa hasta que Sensei me tomó de uke y me quedé sin aire en pocos segundos. Pude entrenar con Constanza y varios aikidokas más con los que tenía ganas de sentir el Aikido. Cuando terminó salí del salón y me lo crucé a David que estaba entrando a dar la clase de las 7. Roberto me preguntó de mi experiencia con la práctica, le comenté lo que hice y me dio su consejo, a la mitad de este llegó Tomás a reemplazar a josefina en la secretaría y se sumó al consejo. Estuvo muy bien, ya lo escribiré. Tomé agua, me refresqué y volví al tatami. La clase tampoco fue matadora como las de enero, puede que el clima caluroso haya ayudado en gran medida. Estuvo muy buena, sólo tres clases alcanzaron para que mi cuerpo se acuerde de cada músculo y articulación.]

Alfonso y el abuelo
Salí rajando al terminar de la clase directo a la parada del micro, línea 31 que me lleva de vuelta a La Latina. Fernando, mi amigo de Madrid que es el único del grupo que quedó en la ciudad, me dijo que no puede ir al recital por problemas personales, una lástima. Vacié la mochila y caminé y troté al bar Libertad 8 donde sería el recital. Llegué y me los encontré a Beto y Rodolfo en la puerta, estaban por empezar. Apareció mi tío con Saray, le veía cara conocida, también había recitado la última vez que estuvo mi abuelo acá. Esta vez nos presentamos personalmente. Entramos todos y nos ubicamos, como siempre, mi abuelo en su silla con su escritorio en el centro del escenario. La familia al fondo, se nos sumó Alfonso, un amigo y compañero de Aikido. Yo le iba contando de las poesías y las historias dentro de ellas de mi abuelo. La pasamos muy bien. Recitaron muchos poetas y cantaron varios cantautores. Al final charlé un poco con Jon, un gran poeta que también conocí en el último recital. Él y Saray son dos personas que me hubiera gustado llegar a conocer más el año pasado, y por alguna razón no lo hice mientras viví en la ciudad. Frente a esta situación me reconforto con las palabras de Gerry Griffin, que me dijo que hay un momento en la vida de todos en el que vamos a hacer las cosas que vamos a hacer, o todo en su momento, el año pasado no fue el momento? Puede ser, de todas formas siento que me hubiera gustado. Terminó el recital y cerraron el salón trasero. Nos quedamos 45 minutos en el bar charlando y firmando libros, luego empezaron las despedidas, el chau, hasta la próxima, duró una hora y cuarto. Pero nos fuimos y bien despedidos. Nos tomamos dos taxis, en uno mi abuelo, Ornella, mi tío y yo con la mitad de los libros que le tocaban al autor directo al hotel en Puerta del Sol; en el otro taxi Beto, Urrutia y su hijo Ramiro fueron al departamento en La Latina a esperarnos. Dejamos a mi hermana y mi abuelo en el hotel y volvimos al depto, ya sabía lo que se venía, largas charlas entretenidas con montones de anécdotas, algún que otro palo al gobierno argentino, y más de un me voy que sino no duermo nada, cada 30 minutos. Así fue, nos dio hambre, mucha, todo estaba cerrado, íbamos a llamar a una pizzería pero yo me puse a preparar lo que había en la heladera, una picada de jamones y quesos, una provoleta al horno, una pizza y un revuelto de huevo, jamón, queso y tomate. De postre Havanna, no falla. Ya llenos se fueron los Urrutia, yo lavé y nos acostamos a las 3:30 más o menos.

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